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martes, 19 de noviembre de 2024

Off Frame aka Revolution Until Victory


Título original: Kharej Al-Itar aw Thawra Hata el Nasser (Off Frame - Revolution Until Victory, Fuera de cuadro - Revolución hasta la victoria)
Dirección: Mohanad Yaqubi
Guion: Reem Shilleh & Mohanad Yaqubi 
Edición: Ramzi Hazboun & David Osit
Producción: Sami Said for Idioms Films, Coproducción Delphine Landes-Busnel para Monkey Bay Productions 
Fotografía: Sami Said, Rami El Nihawi  
Sonido: Design Carl Svensson 
País de producción: Palestina, Francia, Jordania, Líbano, Estados Unidos, Reino Unido
Año: 2015
Duración: 62 min













Off Frame, también conocida como Revolution Until Victory, es una meditación sobre la lucha del pueblo palestino por producir una imagen y una auto-representación en sus propios términos en los años 1960 y 1970, con el establecimiento de la Unidad de Cine Palestino como parte de la OLP. 

En ese momento, la revolución palestina colaboró ​​con cineastas, actores y activistas de Siria, Italia, Reino Unido, Líbano, Francia, Alemania, Argentina y muchos otros, y estableció alianzas con instituciones en Berlín, Moscú, Bagdad y Cuba. A pesar de su prolífica producción, quedan pocas de sus obras (muchas de ellas han sido confiscadas por Israel). 





 Sin embargo, hay mucho que aprender al revisar esta era y reconstruir la narrativa del cine militante palestino. Off Frame tiene como objetivo llenar este vacío en la memoria colectiva. 

Tras una búsqueda sin precedentes, la película desenterró películas almacenadas en archivos de todo el mundo y comenzó con representaciones populares de la Palestina moderna, para luego rastrear las obras de cineastas militantes que reivindicaron la imagen y la narrativa a través del cine revolucionario y militante. 



¡REVOLUCIÓN! En el Cine

por Dorota Lech

"Al resucitar una memoria olvidada de lucha, Off Frame reanima lo que está dentro del marco, pero también teje una reflexión crítica al buscar lo que está fuera de él o lo que está fuera del marco. El director Mohanad Yaqubi recurre a material de archivo recientemente descubierto para explorar la tumultuosa historia de Palestina y el cine palestino en este documental oportuno y perspicaz.

Partiendo del cine de lucha palestino, término utilizado para las películas producidas entre 1968 y 1982 en relación con la Revolución Palestina, Off Frame AKA Revolution Until Victory rastrea los fragmentos de una revolución, entrelazando imágenes de un sueño de libertad. Los negativos de la película están empalmados en una línea de tiempo febril, capturando lo que está ante la cámara y al mismo tiempo sugiriendo lo que falta en su cuadro. Al tejer una historia de personas en busca de su propia imagen, pone de relieve el pasado (y el presente, no exento de horrores cotidianos).

En paralelo con Third Cinema, la Unidad de Cine Palestino se estableció como parte de la OLP en la década de 1960. (Desde entonces se ha convertido en el Instituto de Cine Palestino). A lo largo de su existencia, la Revolución Palestina ha colaborado con cineastas, actores y activistas de Siria, Líbano, Italia, Francia, Alemania, el Reino Unido, Argentina y otros lugares, y ha establecido asociaciones con instituciones de Berlín, Moscú, Bagdad y La Habana. A pesar de la prolífica producción de este movimiento, quedan muy pocas de sus obras.

Para el mundo exterior, estas películas militantes representaban un modelo de un pueblo en lucha, que explicaba contra quién luchaba y por qué. Pero para los palestinos, las películas marcaron una transformación de sus identidades: de refugiados a luchadores por la libertad. Este notable debut de Mohanad Yaqubi, nacido en Kuwait y criado en Gaza, es una batalla ensayística —entre el sueño y la realidad, la ficción y la propaganda— por la representación de un pueblo que ha resistido su opresión (que, según Amnistía Internacional, equivale al apartheid) durante milenios. A medida que se registra la historia, Off Frame, también conocida como Revolution Until Victory, conecta las fronteras del pasado con el presente, desde el río hasta el mar."














viernes, 23 de febrero de 2024

Juan Mariné, entre luz y sombra

Título original: Juan Mariné, entre luz y sombra
Dirección: Rafael Toba
País de producción:  España
Año: 2023
Duración: 73 min.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan Mariné Bruguera, conocido como Juan Mariné, (31 de diciembre de 1920, Barcelona) es un director de fotografía y restaurador cinematográfico español. Con ciento cuarenta títulos en su haber, desde los años previos a la Guerra civil hasta la década de 1990, participó en grandes clásicos del cine español. Al margen de su trabajo de director de fotografía, destaca por su labor de restauración de películas antiguas para la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM) y Filmoteca Española a partir de mediados de los años 1980, con una tecnología diseñada por él. Considerado no solo como uno de los grandes profesionales, sino como la memoria del cine español por su larga experiencia y su labor de recuperación, restauración y conservación del patrimonio filmográfico, ha sido merecedor de numerosos premios y homenajes, entre los que destaca el Goya de Honor a su trayectoria profesional en 2024.

Infancia y juventud

Su primer contacto con el cine tuvo lugar en 1924 en Arenys de Mar donde su madre le había enviado para que se curase de una «tos muy fea». Allí, pudo ver los primeros cortometrajes de Charles Chaplin que proyectaban unos comerciantes de antigüedades con un novedoso sistema de cine casero traído de París. «Aquello era una maravilla, me impactó muchísimo», dijo en una entrevista de 2017. De vuelta a Barcelona, su padre no tuvo más remedio que llevarle a una sala de cine, y su madre le inscribió en la escuela antes de tiempo para que aprendiese a leer y pudiera entender los subtítulos de las películas mudas.

Tuvo que aplicarse mucho en sus estudios y ser buen estudiante para que le mantuvieran la beca, dada la poca solvencia de sus padres. Estudió en el colegio Cervantes de la calle Aribau de Barcelona, pero sus estudios se vieron interrumpidos cuando cayó enfermo.​ Unas fiebres producidas por el tifus le dejaron ciego y le mantuvieron una larga temporada en cama, pero tuvo la suerte de que en urgencias le atendiera un médico experto en Oftalmología. Tras una operación y un mes de curas, logró recuperarse pero no lo suficiente como para seguir estudiando y no volvió a la escuela para terminar el bachillerato. Se puso a trabajar llevando portes.

Su madre le llevaba al cine a ver producciones extranjeras. Más tarde, frecuentó un club en Arenys de Mar que tenía un Pathé Baby con el que proyectaban diapositivas y películas. Como no funcionaba muy bien, Mariné lo arreglaba de vez en cuando.


En noviembre de 1934, su tío José Vilaseca, que era mecánico de profesión,​ le pidió que llevara una cámara Super Parvo​ para rodar cine sonoro a los estudios Orphea donde se estaba rodando El octavo mandamiento'' de Arthur Porchet. Mientras esperaba que llegase la furgoneta para el traslado, se puso a leer el manual de instrucciones, que estaba en francés, y cuando llegó a los estudios vio que el equipo de rodaje, compuesto de técnicos suizos, ya habían tenido problemas con la cámara que estaban utilizando, que era un modelo anterior a la que traía. Mariné fue el único capaz de entender cuál era el problema y de resolverlo.​ Al finalizar la jornada le pidieron que volviera el día siguiente.​ Pronto se interesó por las actividades del equipo de fotografía y acabó echándoles una mano cada vez que surgía un problema, como si fuese un meritorio, pero sin cobrar.​ Cuando se terminó el rodaje, le contrataron por 10 pesetas por película, que era más que lo que cobraba su padre.

Después de esta experiencia, Mariné siguió colaborando con Porchet que le ofreció ser auxiliar en Amor gitano de Alfonso Benavides, en Incertidumbre de Juan Parellada e Isidro Socias y finalmente en La canción de mi vida, una cinta que no terminó de rodarse debido al inicio de la guerra civil española.


 

Entierro de Buenaventura Durruti en  1936

Productora: CNT/FAI  Realizada por: SUEP (Sindicato Único de Espectáculos Públicos).  

Fotografía: José Gaspar. Cámaras: Sebastián Perera, Juan Mariné.


Guerra Civil

A los pocos meses de empezar la guerra, los estudios Orphea le encargaron que fuera como ayudante al rodaje del multitudinario entierro de Durruti para planificar la jornada, reunir al equipo y al material técnico.​ Hicieron un cortometraje que se proyectó en varias sesiones diarias durante una semana en el cine Publi con gran asistencia de público.​ Durante la contienda, Mariné va a formar parte de SIE Films, una productora creada por la CNT. Allí trabajó en noticiarios, películas de propaganda, corto y mediometrajes documentales, entre otras producciones. Mariné no se encontraba cómodo en SIE Films y pasó a trabajar para Laya Films, donde fue ayudante y operador de cámara.

En sus ratos libres, se dedicaba a la fotografía de arte y montó un modesto taller de dibujos animados. En la primavera de 1938, fue llamado a filas y se incorporó en la llamada Quinta del biberón para luchar en el frente donde entraron en combate en la batalla del Segre. Perdió la audición del oído derecho en la explosión de una bomba. En Preixéns, empezó a trabajar como fotógrafo, haciendo ampliaciones fotográficas de las posiciones enemigas en laboratorio y luego de fotógrafo para el comandante Enrique Líster. Ante la retirada de las fuerzas republicanas, huyó con otros soldados hacia Barcelona. En Calaf, quedaron sitiados y consiguieron subirse a unos camiones que los llevaron a Francia. 

Allí, Mariné pasó por dos campos de internamiento, el de Saint-Cyprien y el de Argelès-sur-Mer; logró escapar y, como quería regresar a España, se entregó en Le Boulou en un destacamiento del ejército franquista. Lo llevaron preso a Sevilla donde fue internado en el campo de concentración franquista de La Rinconada, que era una azucarera. Fue liberado gracias a unos contactos de su padre que había sido árbitro de fútbol y conocía a mucha gente en Sevilla, donde había jugado a menudo. Tuvo que terminar de hacer el servicio militar, y lo hizo en un hospital del centro de Sevilla.

De vuelta a Barcelona, consiguió mediante oposiciones una plaza de fotógrafo en el Estado Mayor del general Luis Orgaz Yoldi que le encargó inspeccionar y fotografiar los campos de prisioneros republicanos. Le felicitaron por la excelente ejecución de sus informes. Simultaneaba su servicio militar con la realización y producción de dibujos animados, pero había tal escasez de medios que una vez utilizados los celofanes transparentes sobre los que dibujaban los personajes, se borraban para volver a utilizarlos de nuevo.

 




Trayectoria como director de fotografía

A principios del año 1940, año a partir de la cual la actividad de Cifesa se concentró en Madrid, Mariné decidió trasladarse a la capital española, pero le resultó imposible compaginar su actividad profesional con el servicio militar.​ Tuvo que esperar a que este finalizara para mudarse definitivamente a Madrid con el objetivo de dedicarse por completo al mundo del cine.



En la capital, retomó contacto con Manuel Berenguer con quien había trabajado en Laya, entre otros proyectos. Con el alicantino trabajó en varias películas como segundo operador, pero fue en 1947 cuando por primera vez asumió las funciones de director de fotografía. Fue en un episodio de la película Cuatro mujeres, de Antonio del Amo, después de que Manuel Berenguer no pudiese encargarse de la totalidad de la película por tener otros proyectos entre mano.​ Al año siguiente, se encargará con total responsabilidad de la fotografía de La sombra iluminada de Carlos Serrano de Osma. 

Mariné ejercerá como director de fotografía hasta finales de 1987. Durante su extensa carrera realizó unas 140 películas entre las que destacan las 13 que hará con Del Amo, 26 con Pedro Lazaga, 10 con José María Forqué, 7 con Juan Piquer y 4 con Manuel Mur Oti, sin olvidar las que hizo con Fernando Fernán-Gómez y Jesús Franco. Pedro Masó le encargó 36.

 

Técnico innovador y restaurador fílmico

 

Mariné siempre se preocupó por investigar novedades y problemas técnicos de rodaje y de proyección de las películas. Mucho antes de que los cineastas de la nouvelle vague rodaran cámara en mano, Mariné ya había filmado las escenas del Rastro de Día tras día (1951), de Antonio del Amo, con una pequeña cámara Eyemo. También fue pionero en utilizar el sistema Eastmancolor y el objetivo Cinemascope en 1956 en La gata, de Margarita Alexandre y Rafael Torrecilla, y buscó maneras de mejorar la sensibilidad de las películas para obtener más calidad en las proyecciones o poder rodar de noche.

 

 

Juan Mariné, en diciembre de 2019 en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.

 Foto: Santi Burgos. El País. 


En la década de 1960, se alejó del cine durante unos cuatro años para trabajar en publicidad, lo que le proporcionaba mayores ingresos económicos trabajando menos y le permitía dedicar más tiempo a la investigación.​ Empezó a idonear máquinas para restaurar películas antiguas, lo que le valió el Premio Juan de la Cierva de Investigación en 1974. Invirtió el dinero del premio en profundizar más en sus investigaciones técnicas y experimentos que le llevaron a descubrir nuevos sistemas de rodaje y de lentes anamórficas.


Su trabajo con Juan Piquer, realizador de películas de terror y de ciencia ficción, le permitió convertirse en un gran especialista en trucaje y efectos especiales, lo que le valió el reconocimiento del Festival de Cine de Sitges en 2017 con el premio María Honorífica. 

Tras su última colaboración con Piquer en La grieta, en 1989,​ Mariné dejó definitivamente los platós de rodaje para dedicarse en exclusividad a temas de investigación sobre restauración de negativos antiguos en Filmoteca Española​ y en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM).​ Allí, en su laboratorio situado en el sótano, apodado cariñosamente «el Submariné», ha montado un tren de lavado y recuperación higrométrica que permite procesar miles de metros de cintas deterioradas. El director polaco Wenceslao Syzoryk le ha dedicado en 2016 un documental con el mismo título, que muestra el trabajo diario de Mariné y su compañera Concha Figueras, restaurando la cinta de 1905 La llegada del tren a Llanes.

Mariné ha investigado también técnicas de ampliación y de más alta definición de cintas de súper 16 y 35 mm que le llevaron a crear el formato de película que lleva su nombre: el Formato Mariné. Este formato propone sólo dos perforaciones en vez de cuatro, lo que supone un aprovechamiento total del negativo y una notable mejora de la calidad de la imagen.

Juan Mariné, a sus 96 años, en su búnker de la ECAM. Foto: José Ramón Ladra 

 

Fuentes de información: Wikipedia (Biografía y listado completo de películas), IMDB, Filmaffinity, El País



Ver en RTVE.

 Extras


domingo, 11 de septiembre de 2022

Il Museo dei sogni

Título original:
Il Museo dei sogni (El Museo de los Sueños)

Dirección: Luigi Comencini
Guion: Luigi Comencini
Fotografía: Rómolo Garrone, Carlo Nebiolo
Comentario musical: Cabor
Gerente de producción: Lu Leone
Narración: Piero Gallinari
Ediciones musicales: Fono-Enic
Material de archivo: Cineteca Italiana - Archivo Histórico Fílmico de Milán (Archivio Storico del Film Milano)
Producción: Opus Film
País de producción: 1949
Duración: 10:21 min

 

 

 

 

 

 

 

El director sigue el camino de los viejos carretes de copias de películas al final de su producción, hasta que son destruidos para recuperar su materia prima. Evoca la historia del cine a través de archivos, la creación de la primera filmoteca italiana, las acciones realizadas para proteger sus colecciones durante la guerra y las películas desaparecidas. 

 


 

Una parte importante de nuestro pasado cinematográfico y cultural ha sido destruido por reglas inexplicables y dementes.

 Hasta la Segunda Guerra Mundial existía la usanza de arrojar como desperdicio las películas ya proyectadas, después de algunos meses de su salida, dado que no tenían ninguna utilidad concreta. De tal manera se podía recuperar también el celuloide y las sales necesarias para la impresión, todo material destinado al reciclaje. Pero en 1935 la institución de la Cinemateca Italiano, en Milán, comenzó a cambiar las cosas.

Es uno de los primeros trabajos de Luigi Comencini, que había surgido el año anterior (1948) con el largometraje "Proibito rubare", pero que, como era común en esos años, continuaba filmando cortometrajes. Poco más de diez minutos dura "Il museo dei sogni", dedicado a la Cinemateca Italiana, surgida de manera clandestina en 1935 en Milán, destinada a transformar una costumbre italiana dada por sentada hasta ese momento: la destrucción de las películas ya proyectadas, de cualquier género, duración, relevancia artística - después de algunos meses de su salida cuando todos los efectos se volvían inservibles y se podía al menos garantizar la materia prima (celuloide y sales) reciclados.
Visto desde hoy este breve film habla de cosas inconcebibles, pensando que en 1949 no existía todavía la televisión que, al menos, habría servido de salvaguarda y también de restauración de las viejas películas; el trabajo de Comencini es cronológico, con una voz en off (Piero Gallinari) que comenta las imágenes: la primera parte está dedicada al proceso de vertido y reciclaje de viejas palículas, mientras que la segunda entra más en el detalle sobre el argumento de la Cinemateca Italiana.*1

 


 

Luigi Comencini nació cuatro años después de Michelangelo Antonioni. Se le considera el padre de la comedia italiana y, de hecho, tras sus primeros trabajos, el cine del Bel Paese empezó a tomar un rumbo diferente. Muchos directores que vinieron después de él le deben mucho.


Memorable es la película policiaca basada en el exitoso libro de Fruttero & Lucentini, La donna della Domenica, en la que un gran Marcello Mastroianni se ve obligado a desentrañar la intrincada madeja de un asesino en serie tan particular como el objeto que utiliza para aplastar las cabezas de sus víctimas. . .
El museo de los sueños (Italia, 1949, 10') es un cortometraje singular que parte del tema, el del destino que alguna vez tocó el viejo cine italiano o el pulp. Comencini ya tenía en su haber algunas películas importantes cuando decidió dirigir este cortometraje en el que documenta la actividad de una fábrica en Busto Arsizio, un municipio a las afueras de Milán, donde se concentran todos aquellos trabajos para imágenes que se consideran sin interés comercial. , aunque la cultural es indudable.


Por eso Gianni y Luigi Comencini, junto con Alberto Lattuada, fundaron la Cineteca Italiana de Milán, que tenía el noble objetivo de salvar de una muerte segura muchas obras importantes de la factoría cinematográfica mundial que representan otros tantos fragmentos de la historia narrados en imágenes.
La tendencia inicial del cortometraje recuerda las películas mudas del pasado, aunque el comentario del buen orador pronto nos devuelve a la época actual. Es realmente efectiva la parte que nos muestra a los muchos curiosos que, atraídos por las carteleras de las películas en los cines de la ciudad, se detienen a leer sobre los protagonistas y el director. ¿Quién sabe si entrarán a comprar la entrada?


Y entonces, ¿qué quedó de aquellas películas, después de que los oratorios parroquiales las hubieran reproducido también en la gran pantalla? El celuloide inflamable del que están hechas las pizzas o los rollos que contienen la película ensamblada, fue depositado en grandes archivos inertes, antes de pasar por las manos de los expertos que, a hachazos, comenzaron la lenta destrucción de los kilómetros de película. Quintales de sueños cinematográficos, repletos de elementos contaminantes como las sales de plata, se amontonaban en las grandes plazas de las fábricas encargadas del particular desmantelamiento. Un ejemplo perfecto de recogida selectiva de residuos ante litteram es el que documenta el corto de este autor. Una vez limpio de todos los agentes peligrosos, el celuloide blanco, con todas sus tiras transparentes, era troceado, fundido y recompuesto en diferentes objetos, como peines y juguetes.


El resto de este precioso video hay que verlo hasta el final. Realmente se lo merece. Un gran pedacito de la historia del cine italiano salvado in extremis de las garras del pulp. Gracias a Lattuada y los Comencini. *2




¿Qué hacer con tanta película sin valor comercial? Fabricado en celuloide, material altamente inflamable, basta un cigarrillo para provocar terroríficos incendios que han causado vida en todos los países del mundo. Incendios que los bomberos prefieren no encontrar. ¡El celuloide estalla como dinamita! (narrador) 

Adiós, Íngrid. Tu destino está sellado. (narrador) [antes de que se descompongan los componentes químicos de una copia cinematográfica de una película con Ingrid Bergman] 

Piensa en cuántas películas viste hace diez, quince, veinte años. Películas que quizás quieras volver a ver hoy. Imposible. Todos terminaron así. [...] Se han convertido en un peine barato, un juguete que hace feliz a un niño, una pelota de ping pong. (narrador) *3

 

Fuentes de información: *1 FilmTV, *2 Lidia Borghi, *3 Wikiquote, IMDB, El cine italiano, Archivo Luce,

 

 

 

Ver en Youtube en V.O.S.E.



 La valigia dei sogni (Luigi Comencini, 1953) 

"Ettore (Umberto Melnati) es un actor de cine mudo dedicado ahora a recuperar películas de desechos. Dedicado a sensibilizar y rescate de la basura grandes obras que de otra manera correrían el riesgo de perderse para siempre, organiza visiones de sus tesoros en espectáculos compuestos de collages temáticos."


 


lunes, 17 de mayo de 2021

Palestine in the Eye

Título original: Palestine in the Eye
Dirección: Mustafa Abu Ali
Producción: Palestinian Film Institute.
Restauración: Azza El-Hassan, fundadora de The Void Project en 2017 con el apoyo de Creative Interruptions AHRC.
Formato original: 16mm.
País de producción: Palestina
Año: 1977
Duración: 29 min.

























Uno de los íconos del cine palestino es el fotógrafo y director de fotografía Hani Jawharieh, nombrado 'mártir del cine' después de perder su vida filmando un combate en Ain Toura, Líbano, en 1976, capturando trágicamente su propia muerte desde el frente.

Jawharieh fue uno de los fundadores de la Unidad de Cine de Palestina, un colectivo de creadores de imágenes que operaba desde Ammán, esforzándose por documentar la injusticia masiva de la ocupación israelí y, al mismo tiempo, ir contra la corriente de la imagen más común de palestinos victimizados, mostrándolos en el corazón de la batalla, resistiendo y luchando.



                           
Fotograma de Jawharieh del documental de Mustafa Abu Ali que narra su vida, Palestina en el ojo 

Sus fotos, específicamente las de Jawharieh, constituyeron la mayor parte de la propaganda lanzada en oposición a la ocupación israelí, convirtiéndose en la narrativa oficial de la revolución palestina.

Durante la invasión de Líbano en 1982, el ejército israelí destruyó el archivo de la Unidad de Cine Palestina, robando y saqueando la mayor parte de su contenido, incluidas las obras de Jawharieh.


Este cartel, distribuido por el Movimiento Palestino de Liberación Nacional en 1970, presenta una de las fotografías icónicas de Jawharieh. Crédito de la foto- Archivos del Proyecto Palestino del Cartel.


Sin embargo, su esposa, Hind, mantuvo una colección de sus películas en la seguridad de su hogar, así como su archivo personal de fotografías, nunca antes vistas por el público.

Con la ayuda de la curadora Azza El Hassan, quien fundó The Void Project, un proyecto multimedia que reúne diferentes formas de archivos en un esfuerzo por llenar el 'vacío' dejado con el robo y saqueo de archivos palestinos.*1









  

Agradecemos enormemente a Azza El Hassan por su invaluable trabajo de recuperación, restauración y difusión en The Void Project, y con la que hemos tenido contacto y apoyo para publicar este documental, del que también hemos diseñado un nuevo cartel para esta ocasión. 








The Void Project, utiliza fotos, películas y texto para lidiar con la ausencia y / y presencia de una imagen en tiempos de guerra. En The Void, se rastrea la historia detrás de una foto rescatada, y se restauran y exhiben películas que se han ocultado porque sus dueños temían por la vida de las películas. The Void Project, también produce películas que tienen como objetivo curar a sus protagonistas de un evento o momento grabado visualmente.

The Void Project realiza exhibiciones y proyecciones, tanto en línea como en el mundo real.

Películas Restauradas

The Void Project ha restaurado una colección de películas palestinas . La mayoría data de los años 60, 70 y 80. Una era conocida como la era revolucionaria del cine palestino. Estas son películas que fueron producidas por el Palestine Film Institute en Jordania y Líbano.  Las películas más recientes que se restaurarán son películas realizadas por mujeres cineastas durante los años revolucionarios del cine palestino. Women & the Revolution es una colaboración entre The Void Project y el London Palestine Film Festival .






"En 1982, el archivo de la Unidad de Cine Palestina fue destruido y su contenido fue robado durante la invasión israelí de Beirut. Ahora se sabe que el ejército israelí se apoderó de él.

Investigadores de la Universidad de Sheffield Hallam han participado en el trabajo de digitalización y restauración de películas que se produjeron durante la Revolución en las décadas de 1960 y 1970, una parte perdida de la cultura palestina."*2

Palestine in the eye, restaurada por Azza El-Hassan, fundadora de The Void Project en 2017 con la colaboración de Creative Interruptions AHRC.

 "Palestine in the eye" antes y después de la resturación.

jueves, 9 de julio de 2020

El Archivo

Título original: El Archivo
Dirección: Anaïs Taracena, Rafael González
Fotografía: Anaïs Taracena, Rafael González
Sonido directo: Anaïs Taracena, Rafael González, Deleón Francisco
Montaje: Carlos Valle, Anaïs Taracena, 
Producción:   
Material de archivo: Procuraduría de los Derechos Humanos, Archivo Histórico de la Policía Nacional AHPN.
País de producción: Guatemala
Año: 2017
Duración:  30 min.













El Archivo Histórico de la Policía Nacional de Guatemala es el acervo más grande perteneciente a un institución policiaca que pueda ser consultado libremente en el continente americano. 



Durante años estos archivos permanecieron ocultos en un edificio abandonado en las instalaciones de la Policía Nacional. Desde su descubrimiento en el año 2005, se rescataron la totalidad de los archivos encontrados y más de 20 millones de documentos han sido digitalizados

Este documental retrata la labor de archivística de este acervo donde los papeles cobran una labor de memoria histórica y de búsqueda de la verdad y la justicia en un país marcado por una guerra civil.


 Testigos de papel en el AHPN de Guatemala

En julio de 2005, ocho kilómetros de papeles viejos fueron encontrados, entre ratas y cubiertos de excrementos de murciélagos, en las ruinas de una construcción abandonada. Eran los restos mortales de una de las máquinas de represión en los 70 y 80 en Guatemala. Después de un intenso y discreto trabajo de archivística, de digitalización y, sobre todo, de interpretación, el Archivo Histórico de la Policía empieza a hablar. Aporta una voz potente a los procesos judiciales y a la reescritura de la sangrienta historia reciente del país centroamericano. 

Los documentos hablan 

Cuarenta y cinco mil personas que podrían contar esta historia no lo harán nunca: desaparecieron, están desaparecidos, son desaparecidos. Son parte de los 300.000 asesinados por el conflicto y la represión que asolaron Guatemala durante más de tres décadas. Sin embargo ya “testifican” 80 millones de hojas de papel que brindan su testimonio con modestia, pero con contundencia. De estos datos ya han surgido cuatro libros y al menos ocho procesos judiciales llevados por crímenes contra la humanidad. Estos legajos son tratados con los más modernos métodos de análisis por un grupo de técnicos, académicos y activistas de derechos humanos. Su trabajo es ayudar a los documentos a contar las historias que la misma historia ha intentado olvidar. Todos los funcionarios entrevistados que trabajan en el archivo, sin excepción, hablan de éste como la misión de sus vidas. “Mi record personal sugiere que yo soy el hombre menos indicado para ser el director de un archivo policial, pero fue lo que me tocó”, bromea el coordinador del AHPN, Gustavo Meoño, un ex-militante guerrillero que dirigió la fundación Rigoberta Menchú y que pasó a liderar el proceso de reorganización del archivo policial más grande de América Latina.  



El milagro 

Meoño considera un milagro que el archivo exista, pero le da una explicación más terrenal. La Policía Nacional, disuelta después de la firma de la paz en 1996, requería de una organización bien controlada para cumplir sus objetivos. “Una burocracia, por necesidad, conserva sus registros porque son útiles para su funcionamiento”, dice Meoño, y hace una analogía de los registros detallados de los movimientos de trenes que cargaban a los detenidos.

Se hizo limpieza, quedan las telarañas 

El archivo del que se habla en los más importantes foros de archivística del mundo, ese que ha llevado al banquillo a algunos de los personajes más buscados de la historia reciente de Guatemala, está escondido entre callejones de un barrio obrero de la zona 6 de la capital de Guatemala, lo rodea la escuela de la recién fundada Policía Nacional Civil y un predio que apila cientos de carcasas de coches viejos. Está en un terreno del Ministerio de la Defensa, un predio del Ministerio de Gobernación, y en la jurisdicción archivística del Ministerio de Cultura. Es un cuerpo funcional financiado y equipado por donaciones de instituciones de más de diez países. El Estado de Guatemala no tiene un presupuesto para su mantenimiento. La cooperación internacional permite que haya un buscador de datos básicos en el sitio de la Universidad de Texas, y un respaldo completo resguardado en Suiza que se actualiza regularmente conforme los técnicos y profesionales avanzan en la limpieza y digitalización de miles y miles de folios. En paralelo el estadístico Patrick Ball, de Human Rights Data Analysis Group y perito en el juicio por genocidio contra el ex-dictador José Efraín Ríos Montt y el ex-jefe de inteligéncia José Mauricio Rodríguez Sánchez, coordina un trabajo de estimativa del tamaño y contenido de las colecciones del archivo a través de muestras de los documentos.  



El descubrimiento casual 

En 2005, los vecinos de la zona 6 presentaron una denuncia ante la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), pues temían que el depósito de armas y explosivos, guardados de manera precaria en lo que parecía un terreno abandonado, pusiera sus vidas en riesgo. El predio, acorralado entre chatarra y lleno de laberintos sombríos en sus entrañas, había sido la construcción fallida de un hospital policial, la sede del Cuerpo Dos de la policía y el sitio del que se rumoraba haber sido centro de detenciones y torturas entre los años 70 y 80. Un historiador acompañaba a la comisión que verificaba la retirada del armamento. Curioso, vio por una ventana montañas de papeles; le intrigaron los candados en las puertas. Así, entre escombros, tierra y moho, apareció el archivo cuya existencia se venía negando desde que la Comisión de Esclarecimiento Histórico solicitara los documentos de la Policía Nacional. Fiscales, defensores de derechos humanos y familiares de desaparecidos se apostaron ante las puertas de aquel hallazgo. Permanecieron en vela hasta que los sucios papeles tuvieran resguardo para responder a cientos, miles de preguntas, acumuladas en 36 años de guerra. Hace cinco años, Meoño decía a los periodistas que serían sus hijos o quizás sus nietos quienes concluyeran su tarea. El coordinador ahora calcula unos diez años y la tecnología va avanzando. Los procesos judiciales apenas empiezan, la reconstrucción histórica y los procesos de reconciliación después de 17 años de la firma de la Paz son embrionarios, y el Archivo Histórico se ha constituido en un engranaje que gira tímida y silenciosamente para ayudarlos a avanzar.  


El rompecabezas de los recuerdos 

Encontrar las respuestas entre 8 km lineales de folios parecía imposible. Fue solicitado el apoyo de la archivista Trudy Peterson, que ya había dirigido los trabajos en el archivo de Kremlin, en Rusia. Peterson estaba a punto de jubilarse, pero cuando vio aquello, decidió aplazar el retiro y poner orden al que es quizás el trabajo más grande de su vida. La primera instrucción de Peterson a los activistas que ahora iniciaban su carrera de archivistas fue que había que poner orden. Necesitaban meterse en la cabeza del que creó y ordenó los datos. Organizar los documentos requirió entender la estructura, la jerarquía, las diversas instituciones que iban cambiando de nombre al largo de más de un siglo de burocracia. Así como los antropólogos de la Fundación de Antropología Forense (FAFG) buscan el pasado soterrado y recomponen los huesos de las víctimas, así también se ordenan los restos del que fue un cuerpo represivo que actuó de la mano del ejército. Era preciso identificar los órganos vitales, hacer un estudio de la anatomía institucional.


Fuentes de información: Artículo por Alejandra Gutiérrez Valdizán y Marcelo SoaresArtículo realizado en el taller “Periodismo sensible a los conflictos”, organizado por la DW Akademie en cooperación con el Archivo Histórico de la Policía Nacional. Editor: Roberto Herrscher. Guatemala, noviembre de 2013.,


martes, 2 de junio de 2020

Los rollos perdidos de Pancho Villa

Título original: Los rollos perdidos de Pancho Villa Dirección: Gregorio Rocha Valverde
Guión: Gregorio Rocha Valverde
Fotografía: Gregorio Rocha Valverde
Edición: Craig Anderd, Bernice Ma.
Música: Laudes Cinemudo, Horacio Uribe.
Dirección de Arte: Gregorio Rocha Valverde
Producción: Héctor Mendoza 
Compañía Productora: Archivia Films, Banff Center For The Arts, Universidad Autónoma de Guadalajara
País de producción: México
Año: 2003
Duracion: 47 min.













"En el documental, Gregorio Rocha describe su investigación sobre la película desaparecida, “The Life of General Villa”. A raíz de un contrato firmado en 1914, entre la empresa norteamericana Mutual Film Corporation y Francisco Villa, en el cual se estableció un acuerdo para que un equipo de filmación lo siguiera por el territorio mexicano. Así, mediante el cine, comienza la construcción de un mito, Pancho Villa, primero satazinado y luego convertido en un héroe. La historia en torno al controvertido revolucionario, complementada con este filme, nos sugiere una pregunta: Villa, al reconocer el poder del cine, ¿es el constructor de su propio mito?" 


Gregorio Rocha, cineasta, busca los rollos perdidos de Pancho Villa


Esta entrevista fue publicada en la revista Nuestra Historia, La Gaceta CEHIPO, No. 41 de octubre de 2000 por Clara Guadalupe García, pp. 9-16. 




Gregorio Rocha estudió cine en el CUEC, en la UNAM, y pronto se empezó a volcar hacia el video, porque encontró que era una herramienta mucha más accesible. A partir de 1986, cuando realizó una serie de programas para televisión acerca de la historia de Tijuana, incursionó en la investigación histórica y en la elaboración de materiales para su difusión, con una creatividad personal y las técnicas que le permite su profesión. Actualmente prepara una película que ha titulado Los rollos perdidos de Pancho Villa, basada en la investigación acerca del contrato formado por El Centauro del Norte para filmar sus acciones militares. Gregorio Rocha conversó con Nuestra Historia acerca de este proyecto y de su trayectoria como cineasta-historiador.

La primera ocasión que utilicé al video como un vehículo para difundir la Historia fue en 1986, estando a cargo del área de medios audiovisuales del Colegio de la Frontera Norte, (Colef) con el doctor Jorge Bustamante; había trabajado con Oliver Debrois, un historiador del arte que ha investigado acerca de Diego Rivera y otros temas. Él tenía la idea de hacer unos programas acerca de la historia de Tijuana. Propuse este proyecto al Colef, en capítulos y lo avalaron, aunque había dudas, porque esta historia de Tijuana no había sido producida por el mismo Colegio. Resultaron dos programas, el tercero ya no se hizo.      

Los videos eran experimentales, en el sentido de que tratamos de que el narrador, que siempre en los documentales sobre Historia o sobre cualquier otro tema es infalible, saliera de lo tradicional. A la voz del narrador que está en off (sólo se escucha su voz), en términos de cine se le conoce como ‘la voz de Dios’; no se puede equivocar. Nosotros deliberadamente hicimos que se equivocara. El narrador era Federico Campbell, un tijuanense, muy simpático en su papel. Entonces, por ejemplo, en 1925, en el apogeo de la ley seca de Estados Unidos, el narrador, que sí aparece a cuadro, afirma que había 520 cantinas en Tijuana; uno de los meseros, un personaje de la época, se voltea y le dice: “no, había 580…”  


También había referencias a varias fuentes, otros datos que surgían posteriormente, que contradecían lo que decía el narrador; yo creo que eso fue lo que no les gustó a los del Colef, que no era una visión académica de la Historia.

Eso tiene profundidad respecto a las interpretaciones modernas de la historia, se plantea que hay interpretaciones diversas, que la historia no es una; si retomas un tema escrito por un historiador de hace cincuenta años, seguramente se encuentran cosas diferentes.      

Claro, no sé si eso que tú dices se refiera a las nuevas corrientes de la historia, asumí mi subjetividad, no voy a intentar ser objetivo.

Es que no puedes; tu formación, tu historia, es parte de los instrumentos que vas a utilizar.      

Aha. Ese primer documental se llama Tijuana entre dos mundos. Entonces ahí aprendí a valorar la importancia de los documentos gráficos. Sobre todo en ese caso utilicé tarjetas postales; investigué cómo había sido representada Tijuana en tarjetas postales en diferentes épocas y empecé a tratar de desentrañar la historia que había dentro de una fotografía, cómo la imagen en sí misma planteaba la historia. Esto indudablemente requiere una aproximación interdisciplinaria, que yo no tengo, me empecé a apoyar en historiadores de la fotografía y empecé a investigar más en la historia de los modos de ver.      

A mí se me volvió importantísimo, primordial, utilizar las fuentes gráficas. Los académicos del Colef buscaron que alguien del Colegio de México (Colmex) avalara esos programas. Hicimos una sesión con investigadores del Colmex, entre los cuales estaba Lorenzo Meyer, y les gustó mucho, pasó muy bien. También había otros historiadores del Colef, a quienes les gustó el trabajo, como el doctor David Piñeira, quien nos asesoró bastante.      

Había en esa época un conflicto entre Piñeira y otro historiador cuyo nombre no recuerdo ahora, que era como el cronista de Tijuana. El otro señor estaba muy celoso de lo que hacía Piñeira, al grado de que fue a incendiar el Centro de Estudios de Historia de Baja California.

¿Metafóricamente…?      

No, física y literalmente. Fue con unos galones de gasolina, porque no quería que hubiera otro centro de investigación. Estábamos en la reconstrucción de unas escenas de lo que había sido el Casino Agua Caliente, conseguimos prestada una mesa de ruleta, que había sido del casino, y llegó este historiador. Habíamos vestido a los personajes de acuerdo a la época, había algunos gánsters, flappers, esas mujeres, así como yo lo entendí, ninguno de ellos era una persona absolutamente decente. Este señor llegó a interrumpir la filmación, a decir que nosotros estábamos regodeándonos en la leyenda negra de Tijuana. Nuestra intención era borrar esa leyenda negra. 

Qué interesante que un trabajo de historia cause eso, como dice José Luis Cuevas, si no hablan de ti, preocúpate.      

Bueno, para resumir mi experiencia con el Colef, me encargaron producir una serie de radio, la intención era hacer llegar a un público amplio los resultados de investigación. El programa piloto fue un programa de 15 minutos sobre el programa de braceros de 1943, creo que fue el último, cuando los trabajadores migratorios se iban con un contrato a trabajar, en ese tiempo en la construcción de vías de ferrocarril. Llamé a un colega, Elvira García, que tenía mucha experiencia en radio, y ella dijo: ‘¿Por qué no adaptamos esa investigación a una forma más dramática?’ Inventamos un personaje que era una periodista, que se ponía a investigar y encontraba tales y tales cosas. ¿Cuál fue la reacción del Colef? Dijeron: ‘No puedes comparar a un investigador académico con un periodista; nada qué ver; el periodista es superficial, el trabajo lo hace a la carrera, en cambio esta investigación se ha venido desarrollando por años y años y años.’ Yo contesté que esta es la única manera de divulgar la investigación de las ciencias sociales. Defendí la manera como se había hecho el programa, a los colaboradores que había tenido, pero el caso es que terminó mi trabajo en el Colef.      Más adelante, Oliver Debroise me llamó cuando se estaban celebrando los 150 años de la fotografía en México, y me dijo: ‘Conaculta va a hacer un programa acerca de esa celebración, ¿por qué no presentas tú el proyecto?’ Ese fue mi siguiente trabajo en relación con la Historia; hicimos, en 1989, cinco programas sobre la historia de la fotografía en México.      

Dedicamos un capítulo al siglo XIX, a los grandes estudios de fotografía, cuando fu su apogeo, los orígenes; otro capítulo también sobre el siglo XIX, pero este dedicado a los fotógrafos viajeros, sobre todo a los europeos que estuvieron en México, se llamaban a sí mismos arqueólogos, había un espíritu científico, y aunque tenían preparación algunos, no se puede negar que eran fotógrafos aventureros, son los pioneros de lo que ahora se llama antropología visual.      

El tercer capítulo fue dedicado a la fotografía de periodismo en México. El cuarto a la fotografía de autor y el quinto un poco resumía lo que sucedía en los otros cuatro capítulos.     



La experiencia de Tijuana nos sirvió para estos programas; en ocasiones reconstruimos sucesos de la historia, utilizando actores, escenografía, utilería, etcétera. Eso es bien riesgoso, yo lo sé, en Historia, porque es una interpretación actual de algún acontecimiento histórico, pero para la fotografía en México decidimos hacerlo así. Ideamos un personaje que surgió de un dato que encontramos en un periódico, de una fotógrafa del siglo XIX, que tenía a su cargo uno de estos estudios, que trabajaba con sus hijas, me llamó la atención que hubiese sido una mujer, en 1880. Dijimos: ‘¿por qué este primer capítulo no lo narra esta fotógrafa?’ Todo lo que ella decía tenía un fundamento en una investigación exhaustiva que había hecho un investigador, pero esa investigación la pusimos en boca de una fotógrafa, pensando en cómo dar a conocer esos datos, que de otra manera hubiera sido muy aburrido escuchar, o muy monótono, le añadimos un poco de intención dramática al contar la historia, reconstruimos un estudio que encontramos abandonado en el Museo de Geología, lo reconstruimos con apego a planos de la época, pusimos diferentes escenas, cómo se fotografiaba la gente, usando este arnés que usaban para fijar la posición, porque los tiempos de exposición eran muy largos, y al mismo tiempo se iban intercalando documentos históricos, empezando por daguerrotipos, ambrotipos, etcétera, íbamos mostrando el desarrollo de la técnica de la fotografía. En los demás capítulos también hubo creación artística.  


Creo que de los trabajos que he hecho es el que más se ha difundido a través de la televisión. Luego me que quedé un poco obsesionado con la fotografía como documento, yo pensaba que lo que aportaba la fotografía no lo había desarrollado en esos trabajos anteriores. Mi papá me sugirió: ‘Oye, ¿has oído de una colonia que existió en Topolobampo, de norteamericanos?, porque con eso puedes hacer una película de cowboys socialistas, eso nadie lo ha hecho.’ Entonces me puse a investigar en un libro de Gastón García Cantú, El socialismo en México, y me fascinó la historia de la búsqueda de Utopía, y empecé a investigar con un profesor de antropología aquí en México, que me dijo que había una colección muy grande de fotografías en Fresno, California.      

Escribí y me dijeron: ‘sí, aquí está todo a su disposición, estamos muy contentos que un mexicano se interese en esto’, y me puse a conseguir fondos. El financiamiento vino por el Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos, fue mi primera producción propia, y este proyecto se llama Ferrocarril a Utopía. Fui a Fresno, me recibieron muy bien, y pusieron toda la colección de documentos, no sólo las fotografías, sino diarios de los colonos, manuscritos, periódicos, libros y lo que más me llamó la atención, los documentos gráficos, hasta ahora la fotografía no me interesaba en el cine.      

Pusieron a mi disposición los negativos en vidrio, y me dijeron, ‘ahí están, póngase a trabajar’, y me metí al laboratorio. Para ese proyecto utilicé alrededor de 800 fotografías.      

Ahí hay un tratamiento muy especial a la fotografía; para que encaje en el lenguaje audiovisual, hace falta añadirle una dimensión, que es el tiempo, empecé a modificar las fotografías, empecé a animarlas, fue un trabajo…una locura. Lo interesante fue que esas fotografías tomadas entre 1886 y 1896, les hice esta impresión y luego las digitalicé y las procesé, inventé algo que se llama “fotografías parlantes”, las hice hablar para que también me dieran testimonio oral, no sólo testimonio gráfico.

¿En qué investigación histórica te apoyaste?      

En varias, primero en Gastón García Cantú, luego un investigador de Sinaloa, otro de Estados Unidos, Ray Reynolds, era muy interesante, porque los historiadores mexicanos lo veían como una utopía y los norteamericanos como un gran fraude.      

Entonces, dije, ¿qué voy a hacer? ¡Hay tantas posiciones de los historiadores! ¿Cómo meto las posiciones? No, no voy a meter ninguna posición, me voy a ir a lo que se llaman fuentes primarias; a lo que decían los protagonistas. Encontré que entre los colonos, algunos decían que era una maravilla, otros decían, ¡Qué horror!, cómo nos tomaron el pelo.

Esa posición tuya es la de un historiador, no es la interpretación de García Cantú, o la de los estadunidenses, es la tuya.      

Encontré un diario de una muchacha que vivió en la colonia, Clarisa Niland, su diario fue publicado por entregas, en un periódico en Topolobampo, años después. Cuando y lo leí, dije, “qué belleza de narración”. Finalmente la narración de la historia de Pacific City la hace Clarisa, que resulta que fue hermana del fotógrafo, encajaba todo perfecto. Ella fue la que se encargó de conservar todos los documentos.      

La familia de Clarisa eran todos unos utopistas; eran gente que estaba defraudada con lo que había ocurrido en Estados Unidos, cómo el capital financiero había tomado el control y la gente ya no tenía ninguna importancia. Trataban de encontrar en Sinaloa la tierra prometida. Eran bien intelectuales, Clarisa dice: ‘En nuestra colonia había más violines y guitarras que azadones y herramientas para trabajar el campo.’      

Roberto Owen se proponía construir en Topolobampo el puerto más importante del Pacífico en América, y construir el ferrocarril Chihuahua-Pacífico. El proyecto fracasó porque tenía un problema de raíz, el financiamiento lo buscaron con grandes capitalistas del ferrocarril, y éstos dijeron, “todo está muy bien, pero cómo me pides dinero para hacer unas colonia socialista…”, es lo mismo que nos pasa a muchos ahora…”      

El financiamiento que tenía para hacer la investigación, lo agoté, pero en ese momento a partir de mi trabajo profesional había reunido cierto equipo y con esa infraestructura hice la postproducción. Sería un documental que dura 31 minutos.      

Yo quería a fuerza hacer algo no convencional; desde el principio empecé a utilizar todos los recursos narrativos. Desde Tijuana, empecé a hacer puesta en escena, empecé a utilizar a un narrador a cuadro, que pasaba por diferentes épocas, eso era un poco experimental.

Este trabajo, Ferrocarril a Utopía, de Gregorio Rocha, tuvo recientemente un premio en la Asociación de Estudios Latinoamericanos de Estados Unidos. Es un reconocimiento de los académicos estadunidenses.      

Poco después estuve en la Biblioteca Benjamín Franklin y me encuentro un libro con dibujos hechos por soldados estadunidenses cuando la guerra de 1846-48; era nuevamente encontrar las fuentes primarias, esta vez en dibujos, también encontré los escritos de los soldados, y decidí hacer un trabajo sobre este tema. Me puse a investigar y me di cuenta de que se iban a cumplir 150 años de la guerra de anexión y me empecé a meter más en este asunto de la historia de las miradas.      

Me di cuenta de que podía ampliar este proyecto a hacer una historia de las imágenes, no de las relaciones entre los dos países, sino una historia de las imágenes que han surgido en las guerras entre los dos países. Un poco lo que hice fue ya no utilizar a la imagen como un añadido para ilustrar el texto, sino tratar de encontrarle la importancia que tiene esa imagen como documento, por eso opté por contar la historia de las imágenes, más que la historia de los sucesos. En esta serie me propuse darle todo el peso que yo sentía que debían tener las imágenes como documentos, no sólo las imágenes fijas, sino que ya incluí al cine desde sus primeros tiempos, luego cómo entra la televisión y el video independiente.      



A diferencia de lo que se hace en los documentales de historia, que se basan en una narración oral y las imágenes van tratando de ilustrar, aquí lo hice al revés; aquí las imágenes son el guión y el sonido trata de justificar esas imágenes: quién las hizo, cómo las hizo, para qué sirvieron, cómo fue utilizada esa fotografía. Así salió ese otro proyecto: Guerras e imágenes, una historia de las miradas entre México y Estados Unidos.      

Éste resultó un trabajo de investigación muy exhaustivo. Éramos varios, cuando empecé a conocer la noción de investigador iconográfico.      

En mi siguiente trabajo, me propuse apropiarme de la historia, apropiarme de la memoria, esto no quiere decir llevársela; no es robarla, sino es volver algo propio. Hice una onda que se llama De placazos, vírgenes y tatuajes; me salgo a buscar Aztlán, que es lugar de origen, supuestamente, de los mexicas.      

Es una especie de diario de viaje, en el que una periodista que escribió una reseña, lo resume bastante bien: ‘Gregorio Rocha salió a buscar Aztlán y se encontró a sí mismo’, entonces se convierte en un viaje interior. Eso es un trabajo bien diferente, aquí no utilizo tantos documentos, en todo caso un mito, y lo trato de volver mío.      

He aprendido que la investigación iconográfica es una especialidad en la Historia a la que no se le ha dado mucho peso, creo que ni se enseña en la escuela, no se le da valor, aunque yo no tengo formación como historiador.  

Mira, ya a estas alturas con todo lo que has investigado, no puedes decir que no eres historiador.     

Me considero más investigador.  

Bueno, la labor de un historiador es investigar, interpretar y presentar a los demás, esa es la labor…      

Bueno, entonces empecé a investigar a Pancho Villa y el cine. No le quiero llamar obsesión, pero no hay de otra.      

Desde el principio me pareció muy poco ortodoxo, muy poco serio el hecho de que Pancho Villa hubiera firmado para hacer una película. ¿Cuándo había ocurrido que un héroe…? Yo no lo había visto en ningún otro lado. Solamente podía ocurrir entre Pancho Villa y los gringos. Este nuevo proyecto se origina de diferentes lugares: uno es que ya antes había intentado hacer una interpretación de imágenes de la Revolución Mexicana, diferente, y mostrar cómo más que reconstruir la historia de la Revolución Mexicana, sirven para interpretar la época en que fueron hechas; por decir algo, Memorias de un mexicano, nos habla más del espíritu triunfalista de la época de Miguel Alemán que de la revolución misma. ¿Por qué no puedo interpretar la Revolución Mexicana yo solito? Sin decir este documento de la Revolución Mexicana, y todos los demás ya no sirven, como siempre ocurre con las versiones oficiales.      

Estoy tratando de llegar a una subjetividad aún mayor, pero haciéndome fuerte con toda la experiencia que tengo hasta ahora. Antes, yo no había querido basarme en interpretaciones, sino había tratado de irme a las fuentes primarias. En este caso me dije, “ahora sí, vamos a hablar con historiadores: a ver, Kevin Brownlow, en Londres, platíqueme, cuénteme…      

Empecé a trabajar con historiadores ya no sólo de México, porque ya quiero romper de esa visión tan cerrada de nosotros mismos.

Don Luis González y González dice que los historiadores mexicanos no nos sentimos a gusto en corrales ajenos.      

Sí. No sé si tenga una visión posmoderna, hay algunos teóricos que creen que es una actitud posmoderna el acudir a lo arcaico, porqué en el año 2001 me voy a estudiar el cine de los primeros tiempos utilizando el video digital.      

Lo que yo quiero lograr esta vez con Pancho Villa y el cine es nunca salirme del pasado, pero siempre estar en el presente. Romper ese tiempo narrativo, que es muy característico del documental, donde se va al pasado y no te enteras qué tiene qué ver con la actualidad, siempre se presentan al espectador los hechos como algo aislado que no tienen repercusión, que están aislados en el tiempo. Esta vez trato de ver qué relación tienen esos hechos, no tanto de ver qué relación tienen esos hechos, no tanto con lo que ocurre en México, sino con lo que ocurre conmigo. Ahí sí me entiendes, por qué esta intención de apropiarme del pasado, de reflejarme en él. Quizá, más que como historiador, lo trato de ver como artista.

Bueno, la Historia se empareja con el arte.      

Esta vez sí recurro a los actores, salen a cuadro.  

Como el arte sí tiene sus técnicas, pero no hay creación artística si te limitas a o que tú crees que es la reproducción de la realidad.      

Claro, y esta vez soy más consciente de que lo estoy interpretando, antes trataba de no interpretar, me daba miedo manipular.

Pero, ¿qué es lo que has encontrado en esta investigación de lo de Pancho Villa? ¿El material que se filmó…?      

Aurelio de los Reyes y Margarita de Orellana son los que han escrito en México de esto. Ella se doctoró con una investigación que se llama La mirada circular. Por cierto ahí hay una discusión entre quién escribió sobre este texto, si Aurelio o Margarita, en realidad fue Kevin Brownlow, y Aurelio dice que su investigación es contemporánea a la de Brownlow. Yo creo que no es el caso.      

El proyecto se llama Los rollos perdidos de Pancho Villa. Pensé, si en un momento dado no los encuentro, voy a hablar de lo que está perdido, de lo que ya no existe; si un arqueólogo puede reconstruir, o un paleontólogo puede saber cómo era un dinosaurio, a partir de un fémur, creo que se puede reconstruir la película de Villa a partir de los fragmentos que sí existen.

¿Y dónde están?  

Están unos en Estados Unidos y otros en Londres, pero parece que los que están en Londres vienen de Estados Unidos. La investigación no ha terminado, falta la etapa de Estados Unidos. Es un proyecto sobre todo de investigación, no es tanto la producción de una película, sino de un documental sobre la búsqueda de una película desaperecida.      

Esta vez lo estoy contando en primera persona, el narrador soy yo; aunque no quiero que pierda su valor documental, aún cuando eche mano de todos los recursos del arte del cine.



Ver en Youtube e 4 partes. Parte 01. Parte 02. Parte 03. Parte 04.