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domingo, 9 de febrero de 2020

Gracias a Dios y a la revolución

Título original: Gracias a Dios y a la revolución
Dirección: Roberto Burgos Cantor, Jackie Reiter , Wolf Tirado
Guión: Roberto Burgos Cantor, Jackie Reiter
Producción: Wolf Tirado
Música: Víctor Jara, Luis Enrique Mejía Godoy, Carlos Mejía
Fotografía: Wolf Tirado 
Productora: Tercer Cine, Institute of Human Promotion (INPRHU),  Conferencia de Religiosos de Nicaragua (CONFER)
Distribución: Instituto Nicaraguense de Cine (INCINE)

País de producción: Nicaragua
Año: 1981
Duración: 50 min.
















Un documental sobre el papel de la Iglesia Católica durante la revolución sandinista en Nicaragua, muestra miembros del clero que sirven como funcionarios del gobierno y feligreses que testifican de la fuerza inspiradora y unificadora del cristianismo en las reformas nacionales.







"Y la verdad es que lo que más disgustaba al Papa de la revolución de Nicaragua es que fuera una revolución que no perseguía a la Iglesia. Él hubiera querido un régimen como el de Polonia, que era anticatólico en un país mayoritariamente católico, y, por tanto, impopular. Lo que menos quería era una revolución apoyada masivamente por los cristianos como la nuestra, en un país cristiano, y, por tanto, una revolución muy popular. ¡Y lo peor de todo para él es que fuera una revolución con sacerdotes!"





Fuentes de información: IMDB, BFI,







jueves, 15 de agosto de 2019

Nafarrako Ikazkinak (Carboneros de Navarra)

Título original: Nafarrako Ikazkinak (Carboneros de Navarra)  
Dirección:
Guion: Montxo Armendáriz
Música: Esteban Elizondo
Fotografía: Xabi Otero
Productora: Cinefilia Films
País de producción: España
Año: 1981 
Duración: 27 min.
















"En 1980 Montxo Armendáriz filmó, en los montes de Navarra, un retrato coral de los últimos carboneros que elaboraban carbón vegetal artesanalmente. Con un presupuesto mínimo, un equipo de cuatro personas y un preciso trabajo de montaje, tanto de imagen como sonido, Armendáriz se encontró con el tema de la película que pocos años después le consagraría: Tasio."  *1




"En 1981, la Institución Príncipe de Viana subvencionó su proyecto Nafarrako ikazkinak/Carboneros de Navarra, un ejercicio documental sobre la vida al calor de la txondorra de los últimos supervivientes de este duro oficio. Sobre su personaje central, Anastasio Ochoa, Montxo Armendáriz compuso el guion de lo que fue su primer largometraje, producido por Elías Querejeta: Tasio."​ *2


"En 1980 Montxo Armendáriz filmó, en los montes de Navarra, un retrato coral de los últimos carboneros que elaboraban carbón vegetal artesanalmente. Con un presupuesto mínimo, un equipo de cuatro personas y un preciso trabajo de montaje, tanto de imagen como sonido, Armendáriz se encontró con el tema de la película que pocos años después le consagraría: Tasio.




Sin embargo, la suerte de Nafarrako Ikazkinak (Carboneros de Navarra) fue muy distinta a la del largometraje al que dio lugar y aunque se alzó en 1981 con el Gran Premio del Cine Vasco en el Festival Internacional de Cortos de Bilbao y con el Premio Especial a la Calidad de la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura, este brillante cortometraje documental apenas ha tenido difusión hasta ahora."


"Hay personas, acontecimientos o hechos, que modifican el rumbo de nuestras vidas. Y sus nombres son referencia obligada al hablar de ellas. En la mía, Tasio es uno de esos nombres ineludibles, determinantes. Primero como persona, después como película. A la persona, al «carbonero de toda la vida» –como a él mismo le gustaba definirse–, lo conocí durante el rodaje del documental Nafarrako Ikazkinak (Carboneros de Navarra), allá por el año 80. Se llamaba Anastasio Ochoa, aunque todo el mundo le conocía como Tasio, sin más. Y vivía en un pequeño pueblo de la Comarca de Estella, en Zúñiga, aunque su verdadero hogar era el monte". Tasio 25. Montxo Armendáriz. INAAC.*3

Fuentes de información: Filmoteca de Navarra, *3 PLAT, *1 Filmaffinity, *2 Wikipedia.


jueves, 7 de junio de 2018

Niño Fidencio, el taumaturgo de Espinazo

Título original: Niño Fidencio, el taumaturgo de Espinazo
Dirección: Nicolás Echevarría  
Fotografía: Nicolás Echevarría 
Producción: Aarón Hernández, Enrique Aracil 
Guion: Nicolás Echevarría 
Música: Mario Lavista 
Sonido: Sibylle Hayem
Productora: CPC (Centro de Producción de Cortometraje)
País de producción: México
Año: 1981
Duración: 75 min.












A principios del siglo, los prodigiosos poderes curativos del Niño Fidencio, animaron a enfermos de toda la República Mexicana y del Sur de Estados Unidos a congregarse en la Hacienda El Espinazo en el estado de Nuevo León, México, para ser atendidos por Fidencio de Jesús Síntora Constantino (1898-1938) dos veces al año, el 19 de marzo y el 19 de octubre, fechas conmemorativas del nacimiento y muerte del Niño Fidencio, acuden al lugar miles de fidencistas agradecidos que celebran ritos ceremoniales en memoria de taumaturgo. El documental es un testimonio del culto que hasta la fecha continua en ese lugar, con las peregrinaciones populares y los ritos fidencistas.


La narración en directo evoca, entre otras cosas, la escena en que el taumaturgo de Espinazo curó al mismísimo jefe máximo de la Revolución, General Plutarco Elías Calles.  La riqueza del documental en términos de una visión donde el espectador saca sus propias conclusiones, donde la cámara (filmado en 35 mm) registra la celebración al que el pueblo de Espinazo, Coahuila, le rinde al niño Fidencio.  Lo primero que llama la atención es la llegada del tren N de M hoy desaparecido, donde cientos de personas se dan citas venidos de distintos puntos no solo de México sino del extranjero que regresan a celebrar a su santo.  Las sesiones a la que sus seguidores se ofrecen son verdaderos rituales colectivos dirigidos por sacerdotes del culto a Fidencio, según el cual reencarna cada año en sus sacerdotes para curar, esta práctica se realiza cada 19 de marzo día de su nacimiento (1898) que curiosamente también fue de su muerte (1938). 

Operaba tumores con vidrios y sin anestesia, curaba a los sordomudos con una técnica poco científica que era columpiarlos para hacerlos hablar, arrojaba los regalos que le obsequiaban, afirmando que con el solo hecho de ser tocados por él, quien los tocara se sanaría o pasándolo por encima de sus seguidores para que lo tocaran ya que no se daba abasto con tantos que atendía, pues tocarlo aunque sea con un dedo era señal de una curación inminente.  Este documental no podía estar completo sin la ayuda de Luis "El Guero" pregonero en este documental que de vez en cuando habla sobre el origen e historia de tan singular personaje para introducirnos nuevamente por el viaje al que Nicolás Echevarría nos lleva a través del lente.  Imágenes del niño Fidencio haciendo sus prácticas curativas, conviviendo con los pobladores, la efervescencia de tener a su santo entre ellos, quedaron plasmados para siempre en el cine que gracias a la Cineteca Nacional integra al documental. *1


Fuentes de información: *1Wikipedia, IMCINE, Cineteca Nacional, FilminLatino.



domingo, 8 de noviembre de 2015

Animación en la sala de espera (Carlos Rodríguez Sanz & Manuel Coronado, 1981)

Título original: Animación en la sala de espera 
Dirección: Carlos Rodríguez Sanz & Manuel Coronado.
Fotografía: Miguel Angel Trujillo
Montaje: Tucho Rodríguez
Producción: Ghetto Films, Taller de Cine

País de producción: España
Año: 1981
Duración: min.













Animación en la sala de espera


 

Carlos Rodríguez Sanz y Manuel Coronado realizaron entre los años 1978 y 1981 una película que retrata la vida diaria de los pacientes de un centro psiquiátrico de Leganés, atendiendo los resultados de otras propuestas foráneas, con un punto de vista particular.

Desde que Frederick Wiseman se adentrara con la cámara en un hospital psiquiátrico norteamericano para realizar un retrato del entorno de los enfermos mentales en su película Titicut Follies (1967) -una de las cumbres del llamado Cine Directo- han sido muchos los cineastas que han tratado de buscar un enfoque personal alrededor del mismo tema. La elección de ese espacio físico como centro neurálgico para la elaboración de un filme implica una postura moral, de la que irremediablemente emerge una pregunta: ¿de qué modo representar un espacio profílmico ya de por sí delicado?

Carlos Rodríguez Sanz y Manuel Coronado realizaron entre los años 1978 y 1981 una película que retrata la vida diaria de los pacientes de un centro psiquiátrico de Leganés, atendiendo los resultados de otras propuestas foráneas, con un punto de vista particular. Basculando entre el acercamiento y el distanciamiento -gracias a un uso certero de los recursos estilísticos y un interés en dar voz y acompañar a los protagonistas-, los dos directores conformaron un largometraje documental cuya abstracción resulta más pronunciada de lo que en un principio podría parecer.

Un travelling inicial que se introduce en el hospital desde el patio exterior, indica, cámara en mano, el grado de curiosidad por definir mediante las imágenes un espacio vital determinado por quienes lo habitan. El plano editado a continuación está tomado en uno de los pasillos interiores del edificio, desde un punto de vista relativamente bajo. Las diferentes imágenes capturadas desde ese mismo encuadre permiten componer un cuadro fantasmagórico en el que los pacientes, ensimismados, aparecen y desaparecen de campo por arte de magia a lo largo de unos paseos dubitativos. 

El efecto de encadenados realizado en el laboratorio anuncia un distanciamiento respecto al objeto representado que a lo largo del film seirá mostrando mediante ingeniosos recursos que, sin caer en un vacuo formalismo, denotan una postura reservada que evita la intromisión.

El uso de muchas de las declaraciones de los internos en voice over –junto con imágenes de otros pacientes, completamente abstraídos en ellos mismos-, ayudan a crear un tempo fílmico concreto que se sustenta en los sigilosos seguimientos de los internos en sus paseos, en las introducciones musicales de piano y en las series de planos que funcionan como intervalos (los conjuntos de imágenes de las manos y los rostros que dan unidad a los quehaceres y las expresiones de los pacientes). “Aquí tampoco estamos mal, ¿no le parece a usted? Hay mucha limpieza, unos médicos bastante buenos, tenemos libertad… se come bastante bien. No estamos tan mal!”, dice una de las voces sin identificar, mientras se observan personas aisladas en unos interiores desoladores. 

Algunas entrevistas y monólogos tan delirantes como el siguiente se incluyen sin incluir su emisor, dejando un sugerente margen para la elucubración: “A la Luna sí que he subido una vez, ¿entiendes? Ahí se disfruta de gloria eterna. En la Luna hay agua, hay montes, casitas, autos, ahí hay de todo. ¡Gloria eterna la de la Luna! ¿Entiendes? La gente está en la parte de abajo y como van los astros, absorben el personal, ¿entiendes? Y luego, después, el que llega a la cúspide de la Luna pues ya disfruta de gloria! Hacen polvorones todos los días!” Las pocas declaraciones que se recogen a lo largo de la hora y diecisiete minutos que dura la película están construidas como intervenciones aisladas que ni dialogan entre sí, ni crean continuidad con las siguientes, más bien se estructuran como compartimentos estancos que se relacionan perfectamente con la desidia, la apatía, la quietud, la contemplación y la espera, manifestada en cada uno de los pacientes. La acción resulta prácticamente inexistente. La sensación de incapacidad comunicativa entre el equipo de realización y las personas filmadas hace que el filme avance como una espera continua por ver animado el panorama. 

Esa voluntad por romper con la falta de movimiento, que ya se indica en el título de la película, incluye un oxímoron ya que esa animación, ese interés por provocar la movilidad, choca una y otra vez con la espera, la pausa y el tiempo muerto.“Yo se pensar al revés”, dice una chica joven que concluye con un “(de pequeña) me hacía la tonta para que no me comiesen el coco”. El límite entre la cordura y la ineptitud se diluye mientras la posibilidad de la lucidez hace acto de presencia. Cuando el cámara y el sonidista interpelan a uno de los personajes (en un recurso propio del cinéma vérité), se acaba optando por la filmación de unas fotos de esa misma persona, un rostro y unas expresiones que esconden una compleja salud mental. Equiparar esos retratos fotográficos con los planos capturados por la cámara cinematográfica permiten encontrar más de un paralelismo; las imágenes captadas permiten moldearse mediante el tiempo dado para su observación. Al final unas y otras se confunden, remarcando el hecho de que los movimientos de los internos o son espasmódicos y repetitivos, o inexistentes.

Inquietudes vanguardistas practicadas en el montaje como la congelación de la imagen, el uso del slow motion y la aplicación de sonidos no diegéticos -que acaban configurando una música hecha de sutiles zumbidos con resonancias de música concreta-, dan un tono extraño y esquizoide que, sin remarcarse en ningún momento –la ausencia de retórica de la que habla Riambau-, demuestra que estamos ante una patología psíquica que, curiosamente, da más de un fruto en el documental español de finales de los setenta y principios de los ochenta.

Fuentes de información: Blogs&Docs.