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Mostrando entradas con la etiqueta Wim Wenders. Mostrar todas las entradas
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jueves, 22 de diciembre de 2011

Room 666

Título original: Chambre 666
Dirección: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders
Cámara: Agnés Godard
Múscia: Jürgen Knieper
Directores en orden de aparición: Jean Luc Godard, Paul Morrisey, Mike de Leon, Monte Hellman, Romain Goupil, Susan Seidelman, Noël Simsolo, R.W Fassbinder, Werner Herzog, Robert Kramer, Ana Carolina, Mahroun Bagdadi, Steven Spielberg, Michelangelo Antonioni, Wim Wenders, Yilmaz Güney.
Idioma: Francés, Ingles y Aleman con subtitulos en castellano.
País de produccion: Alemania, Francia
Año: 1982
Duracion: 44 min. 







En la autopista que lleva
al aeropuerto de París,
un árbol majestuoso
señala mis llegadas y salidas
de Europa.

Es un cedro del Líbano
de unos 150 años…

…había visto nacer la fotografía
y toda la historia del cine,
al que quizá sobreviviría.

Llegué a Cannes con una pregunta
para mis colegas…”



Durante la celebración de la trigésimo quinta edición del festival de Cannes en la primavera del año 1982, una angustiosa inquietud asalta a uno de los directores en competición. ¿Estamos asistiendo al final del cine como lenguaje, como arte y como forma de expresión? ¿Claudicará el cine ante la ubicuidad televisiva? La desconsolada preocupación no se hace esperar y se hará eco entre los directores en competición  de películas como Missing (Costa Gavras, 1982); Passion (J.L Godard, 1982); E.T (S. Spielberg, 1982); Moonllighting (J. Skolimowski, 1982) o Fitzcarraldo (W. Herzog, 1982). Todo ello desembocará en el documental Hotel Room 666 que buscará encontrar una respuesta a las preguntas inicialmente planteadas por el director alemán, Wim Wenders.

El documental, en sus apenas 45 minutos, plantea una estructura sencilla, la urgencia sugerida del momento así lo requiere. 15 entrevistas a los principales directores que se encuentran en ese momento en el festival jalonan el heterogéneo elenco de entrevistados entre los que podemos algunas figuras destacadas del momento como R.W Fassbinder, Spielberg, Antonioni, Godard, Romain Goupil o Robert Kramer. El mecanismo es sencillo, una habitación en el conocido “Hotel Martínez”, una televisión, una cámara, un magnetófono y unas notas del propio director conjugan la sencilla puesta en escena al que los propios entrevistados se confrontan accionando la cámara a su voluntad.

Probablemente una de las mayores virtudes de este documental sea ciertamente
la de acercarnos en perspectiva a un periodo de transición, en lo que hoy denominaríamos “el audiovisual”, desde el punto de vista la confrontación de una determinada mirada sobre la concepción de la imagen frente al contra campo  del contexto que se perfila y en el que se inscribe el documental.  Precisamente esta multiplicidad -e incluso disparidad- de visiones particulares en torno a la imagen (cinematográfica y televisiva), su producción y su inscripción institucional a principios de la década de los ochenta evidencia el complejo entramado de discursos y relaciones interdependientes entre los distintos niveles (político, económico, cultural y tecnológico) en un momento de numerosas mutaciones y redefiniciones del panorama audiovisual y mediático general.


El documental no se hace esperar y ya desde sus primeros segundos una tensa y pesadumbrosa música extradiegética, casi de forma premonitoria, acompaña los rótulos rojos de los créditos que se suceden en pantalla, en una apertura más bien propia de un thriller. El texto fílmico se carga así desde su arranque de un cierto pesar existencial del “cine como arte” a cuyo pronosticado funeral parecemos invitados a asistir. Sin embargo, es la prolongada imagen -en plano fijo- de un vasto cedro junto a una autopista la que introduce una poética reflexión que puntualizará todo el documental y dotará de sentido temporal al mismo. La seria y dura voz en off del propio director reflexiona sobre el árbol en cuestión -observado por éste durante cada viaje al festival- pero en esta ocasión, su dilatada proyección en la pantalla nos anuncia al ritmo de la voz en off  que la longevidad del mismo, de más de 150 años de antigüedad, había visto nacer a la propia fotografía y acompañado toda la historia del cine, a la que puede que también incluso sobreviva, ante las adversas circunstancias que se le plantean. Imagen (representación) y voz dialogan de esta manera bajo la unidad de la mirada a partir de la cual se enuncia el discurso que ante nosotros se abre. Contemplamos así, la imagen del árbol cuyo referente trascenderá en el tiempo a la propia representación que observamos, como si por un momento pudiéramos sentirnos agradecidos y al mismo tiempo consternados de poder vislumbrar dicha imagen, lenguaje, soporte y expresión únicas a punto de perecer. Esta es en definitiva la preocupación que motiva la causalidad que da lugar al interrogatorio a los colegas cineastas presentes en el festival cuyas intervenciones abordaremos a continuación. Sin embargo, en un ejercicio de distanciamiento con nuestro objeto de estudio y de manera análoga al diálogo que el propio discurso de apertura establece entre voz, imagen y realidad, es preciso dialogar a su vez en perspectiva con este mismo discurso y revelar al menos que estas imágenes no nos llegan ni gracias a un soporte fotoquímico, ni a un privilegiado visionado en una sala de cine, sino en forma de dvd (copiado) de una edición especial retrospectiva de films del director visualizado así numerosas veces sobre la superficie de una pantalla de televisión. Es precisamente el soporte físico (disco) a nuestro alcance una de las causas por las que ahora mismo escribimos estas mismas líneas.

(...) 


La primera aparición en pantalla corresponde a la intervención de Jean-Luc Godard:


 “El contexto. Las películas se parecen cada vez más a las series de televisión por la iluminación, el encuadre y el montaje. Parece que para muchos espectadores la estética de la televisión ha reemplazado a la del cine”

(...)

No obstante, no cabe la duda de que muchos de los interrogantes en torno a la imagen contemporánea y el cine y la televisión inmersas en la era digital plantean en el complejo contexto de la actualidad no pocas incertidumbres y cuestiones que nos invitan a revisitar la Habitación 666 del Hotel Martínez de Cannes desde donde volver esgrimir una nueva mirada sobre la presente realidad imagen cinematográfica y televisiva en una coyuntura donde ambas conviven con la proliferación exponencial de nuevas y cambiantes soportes-ventana al mundo.

Fuentes de información:  Extracto del articulo "Discursos enfrentados: Cine y Televisión a debate en Chambre 666 de Wenders" publicado completo en Cuadernos de la Atalaya, Patio de Butacas (info y descargas), DivxClasico (info y descargas), Vagos (info y descargas),




lunes, 24 de agosto de 2009

Relampago sobre el agua


Titulos originales: Nick's Film - Lightning Over Water - Nick's Movie.
Año: 1980
Duración: 91 min.
País de producción: Alemania
Drección: Wim Wenders , Nicholas Ray
Guión: Wim Wenders & Nicholas Ray
Música: Ronee Blakley
Fotografía: Edward Lachman, Martin Schäfer
Aparecen: Nicholas Ray, Wim Wenders,
Susan Ray, Tim Ray, Gerry Bamman, Ronee Blakley
Producción: Coproducción Alemania-Suecia



La película que nos ocupa hoy es uno de esos casos en que la propia condición cinematográfica del largometraje deja de existir para pasar a un plano superior, una fiesta cinematográfica, o mejor dicho una experiencia cinematográfica, todo un regalo envuelto en celuloide para cualquier cinéfilo de pro, aquellos que aman el cine, aquellos que no pueden evitar emocionarse tras cada visionado de este experimento.

Y es que Relámpago sobre el agua no es una película en sí, no ya solo por sus condiciones propias de la utilización y construcción-uso del lenguaje cinematográfico, sino por su condición involuntaria de hazaña cinematográfica amparada en la figura de un mito del cine como el gran Nicholas Ray. Tan solo con ese nombre, Wenders se ha ganado a priori a la audiencia, una audiencia muy particular a la que va dirigida pero que conscientemente sabe que juega sobre seguro, debido a ello el mayor acierto de Wenders es conseguir retratar una película voluntariamente minoritaria. La mayoría del gran público no dejará de parecerle indiferente la persona de Ray a no ser por puntuales anécdotas como ser el director de la archifamosa obra maestra Rebelde Sin Causa (Rebel without a cause, 1955). La grandeza de la obra reside en su simpleza. Wenders realiza una oda de amor al cine, tal como hizo Truffaut en su ficción de La noche Americana (Day by night, 1973) volcando todo su amor en un dinosaurio de otra época, una época que simboliza todo lo grande que el cine tenía y que ahora no tiene, una época en la que vemos que aquellos personajes de otra galaxia son reales, están enfermos y los años también han hecho mella en sus ya gastados negativos, necesarios de una remasterización.

En su desmesurado anhelo por dar un enfoque diferente al cine, Wenders realiza una película sobre una película, pero todo englobado en un documental donde por increíble que parezca los protagonistas son directores de cine. Uno, el director de la película QUE se está filmando conviviendo y compartiendo plano con su partenaire, el director AL que se está filmando.

La estructura de la película está construida a través de la propia reconstrucción del señor Ray y del propio Wenders. En ella acompañamos a Wim el protagonista en su encuentro con Nicholas, un cineasta retirado que ha sido (y sigue siendo) uno de los más grandes. Pero el Nick que nos presenta no es el típico Nick del que tenemos la imagen de múltiples “como se hizo” de sus películas en los dvd, ni siquiera las fotos que lo muestran en su esplendor en el imdb. El Nick al que tenemos el gusto de conocer es una persona mayor y acabada, íntima y desnuda en toda su humanidad, sus grandezas (que son muchas) y sus miserias (que le siguen en segunda posición), confirmando el talento conjunto de ambos cineastas al mostrar un retrato tan sumamente verídico que en vez de provocar la consecuente desmoralización al ver la caída de un mito, el declive de un rey, no consigue más que una mayor empatía y emoción para-con Nick. De éste modo, las continuas obsesiones del viejo acerca de la muerte en su consciente estado Terminal no son sino signos premonitorios de una lucidez que una vez acabada la película y con el propio Ray fallecido durante su filmación te entra como una bala directa al corazón, admirando la entereza de un hombre consciente de su enfermedad y la clase con la que la lleva. Resulta conmovedor cuando Ray le comenta a Wenders la idea que ha tenido acerca de un posible argumento sobre un hombre enfermo de cáncer que no deja de ser él mismo camuflado de personaje ficcticio.

Las reacciones de Wenders y el viaje que emprende a través de sus sentimientos durante la realización de la película y sobretodo debido a los cambios e improvisaciones que deben hacerse según el estado de salud provoca que siendo el propio cineasta el protagonista y narrador de la historia, eleve la película a un plano totalmente complejo y moralmente impactante que ni pretendidamente se podría alcanzar de igual modo.

Coexisten diferentes niveles dentro de la película que la enriquecen sobremanera viniendo definidos por los cambios constante de formato que, recordando el año de su producción, era algo aún totalmente alejado de la nueva ola moderna de atracciones visuales a través de la combinación y por lo tanto confusión por la normalmente gratuita utilización de los diferentes formatos.

En Relámpago sobre el agua encontramos el cine puro y duro, los 35 milímetros de toda la vida con los que Ray filmaba sus películas para mostrar la película que se intenta hacer, aquella con la que Wenders comienza su empresa sin saber bien bien donde les llevará. Esta visión viene enriquecida por el vídeo que representa la realidad pura y dura, la realidad entre tomas viniendo a ser un Making off pero más profundo ya que en esas imágenes asistimos a declaraciones, confesiones y momentos robados que no podrían haber sido planeados. Además, el morbo y el cariño que supone ver a Nicholas Ray entre los focos o haciendo las pruebas de cámara preparándose para una escena no deja de ser entrañable ya que en algún momento asistimos a una discusión entre los cineastas para preparar la escena que filmarán en 35 y vemos a Ray preguntar a su director como una actor más, de que manera tiene que colocarse o cuando empieza la frase.

Todo ello conlleva a una voluntaria reflexión compartida de Wenders con todo aquel que quiera participar acerca de lo real que puede convertirse una ficcionalización de algo o alguien (su idea inicial), que viene dada por los momentos reales que nos proporcionan sus escenas cotidianas. De ahí la gran virtud de la película de elevarla a un plano superior donde cohabitan diferentes niveles, desde el cinematográfico hasta el cinéfilo pasando por el humano.

Tal y como he empezado este artículo, acabaré volviendo sobre mis propias palabras alegando que Relámpago sobre el agua no es una película común, ni siquiera como documental, es una experiencia cinematográfica que no puede ni debe ser juzgada como tal porque en este caso lo que menos importa aquí son sus valores propia y exclusivamente cinematográficos (que los tiene), ya que la película en si, es un homenaje, un ajuste de cuentas con uno de los mayores cineastas de la historia, el enorme Nicholas Ray.

Fuentes de Información: Miradas.net (texto de Emilio Mtez Borso), Cultivadores de Culto (info y descargas).

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