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jueves, 1 de marzo de 2012

La Commune


Titulo original: La Commune-La Comuna.
Dirección: Peter Watkins
Guión: Peter Watkins, Agathe Bluysen
Fotografía: Odd-Geir Saether
Cámara: Odd-Geir Saether
Auxiliar de cámara: Galatée Politis
Montador: Damiel Mansion
Sonido: Jean-François Priester
Productor ejecutivo: Paul Saadoun
Productora: 13 Productions / La Sept-Arte / Le Musée d'Orsay
Idioma: Francés con subtítulos castellano
País de producción: Francia
Año: 1999
Duración: 345 min.
Web oficial: Peter Watkins











Sinopsis corta:

La Comuna de París 1871 de Peter Watkins, es una película que relata los hechos acontecidos en Paris durante el levantamiento de los Comuneros. Peter Watkins hace una representación de la Comuna 1871, relacionando con datos y estadísticas actuales y con la situación general que se vive en Francia, pero Watkins critica el colonialismo de la época de la Coumna con el Imperialismo actual, también la mano de obra barata con la actual inmigración, el capitalismo en su dimensión general y una crítica severa a los mass media, la industria cinematográfica comercial etc etc. En definitiva una película de la crisis sistémica que ya es un hecho a día de hoy.

Articulo opinión:

Peter Watkins rodó en 1999 una de las películas más extrañas y estimulantes de la historia reciente en el Centro de Acción Cultural de Montreuil, una fábrica abandonada que se había levantado sobre los terrenos ocupados en otro tiempo por el primer estudio de cine de la historia construido en 1897 por el mago Georges Mélies en ahora sede de La Parole Errante, la compañía fundadaza por el dramaturgo y director Armand Gatti. Watkins no pudo evitar una cierta identificación con Mélies, que acabó sus días pobre, vendiendo juguetes en un quiosco junto al Sena, después de haber sido uno de los más importantes realizadores de los primeros tiempos y haber contado con la colaboración de grandes personalidades para la recreación cinematográfica de acontecimientos históricos como Le Couronement d'Eduard VII (1901). El propio Watkins, que también había producido (para la BBC) recreaciones históricas como Culloden (1964) y obtenido un óscar por su documental de ficción War Game (1965), se vio progresivamente marginado tanto de la televisión como de la industria cinematográfica. Su posición era similar a la de Armand Gatti: dramaturgo de prestigio a quien, por su vocación de intervención social y política radical, sólo se consentía una producción en los márgenes. Y como a Armand Gatti, también a Watkins le interesaba la reflexión sobre la historia para criticar el presente, así como el trabajo con actores no profesionales.

Para el rodaje de La Commune (Paris, 1871), Watkins reclutó a doscientas veinte personas, de las cuales más de la mitad carecían de experiencia como actores. No era la primera vez que Watkins trabajaba con no profesionales: lo había hecho ya en su segunda película, The forgotten faces (1961) y continuaría haciéndolo en sus producciones posteriores. El trabajo de Watkins con personas sin experiencia interpretativa presenta rasgos distintos a los que se pueden reconocer en las películas neorrealistas [1]: no se trata de aproximarse a la realidad inmediata mediante la eliminación de la interpretación y la búsqueda de una máxima proximidad entre actor y personaje, sino más bien, precisamente, la puesta en evidencia del aparato representacional que convierte en verosímil la ficción. Los actores de Watkins no tienen que representarse a sí mismos, sino, por lo general, a personas corrientes situadas en contextos o situaciones históricas diferentes en los que tratan de reaccionar con una naturalidad imposible: es en el choque de la naturalidad y las carencias interpretativas, entre lo espontáneo y lo defectuoso donde aparece un elemento de discurso sumamente interesante para el realizador inglés.

Por otra parte, los actores no profesionales no son instrumentalizados meramente para la dramatización de un suceso histórico o la representación de una ficción verosímil, sino que son invitados, como los actores brechtianos, a implicarse críticamente en la fábula y hacer visible su propio discurso. En La Commune esto resulta especialmente visible: a medida que avanza la película, las discusiones entre los actores en el papel de ciudadanos del París de 1871 van centrándose en temas de interés actual: la religión, la situación de la mujer, los modos de organización social, la educación, la violencia…

La película presenta, haciendo uso de diferentes procedimientos narrativos y dramáticos, los acontecimientos ocurridos en París entre el 18 marzo de 1871, cuando Thiers trató de apoderarse en vano del cañón de la Guardia Nacional en Motmartre, y el 21 de mayo del mismo año, inicio de la "semana sangrienta", durante la cual murieron entre veinte y treinta mil personas como consecuencia de la decisión tomada por el gobierno desde su sede provisional en Versalles de lanzar contra población de París un gobierno de trescientas mil soldados.

El rodaje se realizó en trece días de julio, en tomas largas, de hasta treinta minutos de duración, siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos (de ello se informa en un rótulo meta-cinematográfico al inicio de la película) y tuvo lugar íntegramente en el interior de la vieja fábrica. Watkins confió a Patrice Le Turcq la reconstrucción
esquemática del Distrito 11.

El decorado se hizo de una forma muy cuidadosa para que "flotase" entre la realidad y la teatralidad, con una especial y cuidadosa atención a los detalles aplicados, por ejemplo, a la textura de los muros, pero con los límites del decorado siempre visibles, y con los "exteriores" (la Rue Popincourt y la fundamental Place Voltaire) claramente mostrados como lo que son: elementos artificiales en un espacio interior.[1]

La fidelidad a los detalles, a los documentos, se hacía, pues compatible, con la puesta en evidencia del artificio, de la "teatralidad". La película comienza de hecho con un largo paseo de la cámara por las calles construidas: en ese paseo se encuentra con una mesa en torno a la que trabajan algunos miembros del equipo técnico y, a continuación a dos personas que (al igual que el director de A través de los olivos) se presentan como actores que interpretan a dos periodistas de televisión que actuarán de mediadores en el reportaje de los acontecimientos. El anacronismo de una televisión que interviene en acontecimientos históricos del pasado ya había sido utilizado por Watkins en Culloden (1964): la mezcla de dramatizaciones, falso documental y cinema verité ficticio fueron procedimientos recurrentes en su filmografía (The War Game, Punishment Park) y contribuyeron a poner en cuestión la transparencia de la representación y denunciar la manipulación de la realidad practicada por los medios, así como la influencia desmesurada de éstos tanto en
la vida pública como en la privada.

La crítica de los media, que tuvo como consecuencia la marginación efectiva de Watkins del circuito de las televisiones internacionales, ocupa un lugar central en La Commune, donde se plantea la ficción de una doble intervención sobre la realidad: la de la conservadora Televisión Nacional de Versalles, y la progresista Commune TV. En
contraste con las apariciones distantes y cínicas del locutor de la primera, cómodamente instalado en su estudio de Versalles, las emisiones de la segunda se producen en directo, desde la calle, en un seguimiento directo de la noticia; sin embargo, Watkins hace visible de qué modo también Commune TV, pese a su compromiso y complicidad, selecciona, manipula e inevitablemente interviene la realidad. Esta es siempre más extensa y más compleja que ese cúmulo de fragmentos que la televisión hace visibles: a pesar de que lo visible se ha consagrado como criterio de realidad, Watkins insiste en mostrar una y otra vez la distancia entre ambos términos. De ahí que en muchas ocasiones, los grupos de ciudadanos discutan sin preocuparse de que ninguna cámara les esté filmando en ese momento, actúen aun a sabiendas de que ningún testigo esté interesado en registrar la totalidad de su actuación y mucho menos la totalidad de su discurso.

Para alcanzar este nivel de compromiso de los actores, Watkins dio prioridad al proceso sobre el resultado. En paralelo al trabajo de documentación del equipo, los actores fueron invitados a implicarse personalmente en la investigación sobre los acontecimientos históricos. Durante las semanas previas al rodaje, se constituyeron
grupos de trabajo que debían centrarse sobre un colectivo histórico concreto y hacer suyos los debates planteados ciento treinta años atrás y considerar su vigencia. Para conseguir un mayor realismo en la interpretación de los personajes burgueses que se oponían a la Comuna, Watkins decidió reclutar a ciudadanos con ideas conservadoras por medio de la inserción de anuncios en periódicos como Le Figaro. Esta cesión de responsabilidad discursiva a los actores es coherente con la duración de las tomas, que hacían posible el desarrollo de argumentos aprendidos pero también de la improvisación. Se trataba de poner en cuestión la jerarquización propia de la producción audiovisual y explorar los límites y las contradicciones de otros modos de realización; durante el rodaje y el montaje de La Commune se puso en evidencia el conflicto entre la pretendida colectivización en la construcción del discurso y el mantenimiento de la figura del director como responsable último del proceso.[2]



Fuentes de información: Sinopsis: Matapuces, Articulo: http://joseasanchez.arte-a.org/node/680   [1] Peter Watkins, Historia de una resistencia, edición y prólogo de Ángel Quintana, Teatro Municipal Jovellanos de Gijón y Festival Internacional de Cine de Gijón, 2004, p. 79.[2] Idem, p. 83. AntiCopyright (información y descargas directa y torrent).

Trailer en V.O.S.E.


Ver completo en Youtube en V.O.S.E.
Parte 1
Parte 2

Ver completo en Youtube en V.O. 
Parte 1
Parte 2



P.D: Hola de nuevo como nos gusta esto de compartir con vosotros y ahora tenemos mucho tiempo libre nos hemos visto este docu de Peter Watkins de más de ¡¡¡5 HORAS!!!! Buenooo docu o falso docu o recreación histórica con reflexiones de los actores... jejee no sabemos definirlo... juzgar vosotros...

Salud!

Javi Psicodiller & Beat Fatal

lunes, 16 de enero de 2012

The War Game

Dirección: Peter Watkins        
Guión:  Peter Watkins   
Voz en off: Michael Aspel, Peter Graham   
Producción: Peter Watkins
Asistente de producción: Peter Norton   
Productora: BBC
Fotografía: Peter Bartlett, Peter Suschitzky        
Montaje: Michael Bradsell        
Vestuario: Vanessa Clarke        
Maquillaje: Lilias Munro   
Sonido: Lou Hanks, Stan Morcom, Derek Williams   
Diseño artístico: Tony Cornell, Anne Davey
Secuencias de acción: Derek Ware
Pais de producción: E.E.U.U.
Año: 1965
Duración: 48 min.







Las hostilidades entre China e Inglaterra cada vez son más candentes y, finalmente, el país del Este bombardea la ciudad de Kent con una bomba atómica. Los supervivientes habrán de enfrentarse a los efectos de la radiación así como a las revueltas de los saqueadores...



En 1962, Kennedy y Jrushchov jugaron, con el pretexto de los misiles cubanos (y sus equivalentes turcos, por el bando americano), a decidir la pertinencia de la muerte de centenares de millones de personas, según cifra reconocida por el líder soviético en su Declaración a los partidos comunistas obreros. Fue el punto climático de una tensión que amenazaba con hacer estallar la Tercera Guerra Mundial, una guerra nuclear de consecuencias impensables. Apenas dos años después de que aquello quedase en tablas con el acuerdo táctico de mantener desinformada a la opinión pública durante seis meses, Harold Wilson y su recién elegido gobierno laborista comienzan a desarrollar un programa de armas nucleares a gran escala en Gran Bretaña, rompiendo su promesa electoral de desarmar el país unilateralmente, e ignorando las protestas de la población. Peter Watkins, cineasta inglés que ha ido madurando en los años previos un lenguaje de falso documental influido por la Escuela Documental Británica, se propone cumplir con un deber que los aparatos de información estatal están evitando: informar sobre las consecuencias reales y concretas de un inminente ataque nuclear.

“La televisión británica de la época se mostraba bastante reacia a tratar el tema de la carrera armamentística, y había un silencio significativo sobre los efectos de las armas nucleares –un tema del que la gran mayoría del público carecía totalmente de información. Por lo tanto, propuse a la BBC hacer una película mostrando los posibles efectos de un ataque nuclear en Gran Bretaña, durante un estallido bélico entre la OTAN y la URSS, utilizando una pequeña parte de Kent, en el sureste de Inglaterra para representar un microcosmos.” En efecto, la BBC produjo el documental y estableció como fecha de estreno el 6 de agosto de 1966, aniversario de la destrucción de Hiroshima; pero una vez terminado, gobierno y BBC quedaron tan consternados que la cadena censuró la retransmisión, declarando que “el efecto de la película ha sido juzgado por la BBC como demasiado terrible para la televisión”. La película fue estrenada en salas comerciales (en Inglaterra con calificación X), y en 1966 recibió el Oscar al mejor documental, a pesar de ser una obra de ficción.

La enorme efectividad del documental de Watkins se basa en la perfecta sintonía entre forma y objetivo. El director construye su relato inscribiéndolo en el hueco que reclamaba ser cubierto, y por ello rueda imitando las técnicas de los noticiarios de la BBC, porque ésta es la noticia que no estaban dando, y es la principal que debían dar. La obra de Watkins se articula, en primer lugar, en función de una premisa histórica, partiendo de la escalada de tensión contemporánea entre los bloques de la Guerra Fría, y adelantándose en una serie de movimientos estratégicos perfectamente lógicos y posibles; prosigue con la documentación visual del acontecimiento y sus consecuencias, tomando como ejemplo a individuos concretos con los que todo británico (y en realidad, todo ser humano) podía empatizar; y se completa con entrevistas realizadas de la misma forma seca que las mostradas en los noticiarios. La credibilidad de los datos ofrecidos se sostiene en varias fuentes de primer orden, desde experiencias tomadas directamente de los efectos causados en la población civil de Hiroshima y Nagasaki, hasta consultas específicas a científicos, que después son expuestas por actores en el documental. Watkins deja claro que el país no está preparado ni por asomo para afrontar en términos de seguridad civil una catástrofe de una magnitud tan brutal, y que la gente tiene derecho a saberlo; los realojamientos forzosos excesivos darían paso al malestar y a los prejuicios, la racionalización y canalización de los alimentos, a la violencia civil. La voluntad de Watkins es explicarles a sus compatriotas que en las altas instancias se está jugando con sus vidas sin su conocimiento o permiso: a través de la información les devuelve el poder para decidir si alguien tiene el derecho de seguir haciéndolo. 

El esfuerzo de Watkins se inscribe dentro de una tendencia propia de la época, de crítica entre desquiciada y melancólica ante la catástrofe definitiva, por parte de algunos de los mejores directores del momento. El más importante y recordado análisis de las causas lo realizó Stanley Kubrick en ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1963), donde el neoyorkino trazaba un retrato desde el absurdo de las causas (absurdas, insondables) del conflicto que había llevado a la actual situación. Aparte del tratamiento pop del tema de la bomba en las películas de ciencia-ficción americana de los 50, en Europa las consecuencias humanas son exploradas desde la cosmovisión particular de los autores, produciendo reflexiones tan dispares como la de Alain Resnais en Hiroshima mon amour (1959), Chris Marker en La Jetée (1962), Godard en Il nuovo mondo (1963), o el propio Watkins en The war game (1965) y su especie de segunda parte The gladiators (Gladiatorerne, 1969), rodada desde su autoexilio creativo en Suecia y también conocida como The peace game, donde imagina un futuro próximo en el que los países han acordado un medio alternativo de hacer estallar su violencia latente, enfrentando en espectáculos mediáticos a muerte a una selección de personas de cada país. En Japón, donde los documentales de ficción producidos para ilustrar lo que había pasado se construyeron desde una realidad tristemente cercana, surgirá la serie de filmes hibakusha (en japonés, “persona afectada por la bomba”) representada por Godzilla (Gojira, 1954); mucho después, se producirá una reflexión profunda en dos obras maestras: Lluvia negra (1989) de Imamura, y Rapsodia en agosto (1991), de Kurosawa.

En la actualidad, el ejemplo de The War Game y su voluntad de suministrar información fundamental ocultada o manipulada por los medios oficiales parece animar el empeño de cineastas como Michael Moore, quien en Fahrenheit 9/11 (2004) le regala al público americano imágenes de Irak tras los primeros bombardeos, pero no de la Irak virtual con aspecto de videojuego inocuo que retransmite en directo espectacular la CNN (y que aún le permitirá afirmar a algún dirigente que se trata de una guerra de precisión quirúrgica), sino de la Irak real vista desde el suelo, con sus calles arrasadas y sus víctimas civiles. El ejemplo antibelicista de la película de Watkins, aunque relegado al olvido oficial quizá por ser demasiado efectivo para su época y contexto, se ha prolongado sin embargo en silencio por algunas obras fundamentales de los últimos años, desde las descorazonadoras entrevistas ficticias a los soldados en La chaqueta metálica (Full metal jacket, 1989) hasta las aún más descorazonadoras entrevistas no ficticias a los soldados americanos que patrullan Irak en Fahrenheit 9/11. Siguiendo a Watkins, el juego de la guerra, del que asistimos en la actualidad a un ejemplo inquietante por ostensible, debería encontrarse siempre con alguna presencia incomodísima que completara los espacios omitidos, para devolverles a los directamente afectados la capacidad de decidir si lo inevitable no es en realidad provocado, firmado en función de beneficios particulares. Quizá lo verdaderamente terrible hoy, superado el equilibrio de potencias y demostrada la búsqueda de beneficios particulares, sea que los directamente afectados de una de las partes en conflicto sólo puedan asistir mudos a su propia destrucción, invasión, y saqueo, viendo cómo el resto del mundo aprueba y archiva notas de condena que no solucionan nada. Quizá el juego de la guerra, enfermedad terminal, incurable del ser humano, sólo se extinga con él, quizá en una próxima guerra nuclear como la imaginada por Watkins.*1


Fuentes de información: IMDB, *1 Artículo de Guillermo G. Peydro, publicado en su blog "Le Jardin imaginaire",  Patio de Butacas & Vagos (info y descarga directa), Subdivx (subtitulos), DivxClasico (info y descargas P2P).




domingo, 25 de septiembre de 2011

Punishment Park

Título original: Punishment Park 
Dirección: Peter Watkins 
Guión: Peter Watkins
Formato: 35mm, Color.
Género: Falso documental, político, drama.
Reparto: Patrick Boland, Kent Foreman, Carmen Argenziano, Luke Johnson, Katherine Quittner, etc.
Idioma: Inglés con subtítulos en castellano. 
Año: 1971
País de producción: Estados Unidos
Duración: 88 min.   











 
"Punishment Park es un más que interesante falso documental que logra sorprender por la autenticidad de sus imágenes y por descubrir una historia que, si se hiciera realidad, pondría los pelos de punta a cualquiera".

 En 1971 filmó Punishment Park, un tremendo documental en el que se plantea la posibilidad de si entrara en vigor la Ley McCarran de 1950, en la que el presidente de los EEUU tiene el derecho de declarar el estado de urgencia sin la aprobación del Congreso, con el consecuente derecho de detener a cualquier individuo que se considere sospechoso de complot contra la seguridad interna del estado. Todos los detenidos serían interrogados por un tribunal, sin tener la opción de libertad bajo fianza, con la única posibilidad de elegir entre ser encarcelados o pasar unos días en Punishment Park, un desierto en California del Sur. 

En la película, los que deciden trasladarse a Punishment Park, disponen de tres días y dos noches para alcanzar una bandera de los EEUU que se encuentra a unos 85 kilómetros de donde están. En ese lugar, deberán esperar hasta las diez de la noche del tercer día para ser liberados (si no han sido capturados con anterioridad). Para motivarles, ya que la temperatura a la que van a someterse podría llegar a los 45 grados durante el día, se les comunica que a mitad de camino encontrarán agua potable. Sin embargo, parte de la horrible condena conlleva a que pasadas las dos horas desde el inicio del recorrido, la policía comenzará a perseguirles, no permitiéndoles escapar de los límites del camino planeado (aunque con la prohibición de golpearles e impedirles a que lleguen a su destino), complicándose la situación debido a unas circunstancias que producirán un aumento del odio entre ambos bandos. Además, durante el tiempo que tienen que esperar los policías para ir tras ellos, el sheriff les enseña diferentes armas que pueden utilizar para disparar si es necesario, algo que hace aumentar las sospechas de que algo no muy bueno puede deparar a los que corren en el Punishment Park. 

Con esta interesante premisa y con la guerra de Vietnam de transfondo, Peter Watkins usa el recurso de la voz en off y divide el documental en tres secuencias paralelas: el grupo que corre por Punishment Park, los policías que los persiguen y otro grupo que es interrogado por un tribunal de urgencia. Este último grupo de jóvenes pacifistas es acusado también por complot contra la seguridad del estado. En él se encuentran un periodista de radio y activista político, un cofundador del Comité contra la guerra y la represión, una cantante y compositora y unos cuantos objetores de conciencia. Todos ellos defienden su causa y no paran de meterse con el sistema y de hablar de la injusticia de las guerras. Y como hizo con sus anteriores trabajos, Watkins utiliza las cámaras de televisión para filmar los sucesos, consiguiendo de esta manera una mayor verosimilitud, con una tensión casi palpable en el cargado ambiente debido a gritos e insultos entre los acusados y los miembros del tribunal. Watkins utiliza también muy bien las severas imágenes del desierto, en las que se siente verdaderamente el calor agotador que deben pasar los acusados, anunciando el narrador a cada rato la temperatura a la que se encuentran. Pero lo que se le puede achacar a este documental es que se hace un poco largo, dando la sensación de que las imágenes de los que huyen por el desierto se repiten demasiado, no creyéndote tampoco que vayan respondiendo a todas las preguntas que les hacen los periodistas durante el recorrido. Y el final, aunque contundente y en parte acertado, se alarga también un tanto. Aún así, Watkins consigue aportar su granito de arena, criticando a la policía, al gobierno y a todo su sistema, provocando opiniones diversas al respecto.