Crónica de la celebración del 1 de noviembre, Día de Difuntos, en la ciudad de Madrid.
Está filmada durante el día de difuntos en el cementerio civil de la Almudena (Madrid). Al salir del recinto la policía interceptó a los realizadores. Parte del material fue velado a propósito para evitar que fuera usado en contra de aquellos filmados en el interior. La censura definió este cortometraje como «una película nauseabunda».
El primer cortometraje documental dirigido por Joaquín Jordà, en colaboración con Julián Marcos y producido por UNiNCí SA, fue Día de los muertos (1960). Rodado en blanco y negro en el transcurso de un día de Todos los Santos, tiene una duración de doce minutos escasos y describe una jornada completa de un día de los Difuntos, desde que despunta la primera luz hasta que el reloj toca las doce campanadas de la media noche.
Los primeros planos del cortometraje corresponden a un Madrid nocturno. Rápidamente, llegan señales inequívocas del despertar: autobuses vacíos en marcha y un tren, también vacío, que sale de una estación para, poco después, entrar en un túnel. Esta primera parte ocupa casi un minuto y medio. Toda ella está acompañada de música y la atraviesan los créditos que corren de izquierda a derecha de la pantalla.
La segunda parte, que llega prácticamente hasta el minuto cinco, está dedicada a cómo la gente se prepara antes de ir al cementerio. Una voz en off femenina y otra masculina se alternan para aportar informaciones curiosas sobre la población madrileña, la viva y la muerta, y el espacio que ambas ocupan. Llama la atención la precisión y exhaustividad de los datos que se aportan. Por ejemplo,los 607.086.609 metros cuadrados a lo largo de los cuales se extiende Madrid, el 1.503.730 metros cuadrados que ocupan los cementerios de la ciudad, o bienios 2.100.000 habitantes vivos que hay en Madrid al lado del 1.516.000 habitantes muertos que ha habido desde 1860. "Contra lo que pudiera parecer, Madrid cuenta con más habitantes vivos que muertos. De los quince metros cuadrados que goza el madrileño en vida pasa a ocupar a su muerte poco más de un metro", explica la voz en off para, a continuación, pasar a hablar del cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, el más grande de Madrid, llamado también Cementerio del Este o Necrópolis.
Esta segunda parte comienza con un plano en el que unos hombres descargan flores de un camión. La ciudad en bloque se prepara para ir a visitar a sus muertos. Aparte de la multitud que llena la ciudad, las protagonistas indiscutibles de esta segunda parte son las flores. Todos los planos están llenos de ellas, las manos de la gente, las paradas que se extienden por las calles. "
Y de todos lados de España, del cercano Aranjuez hasta el litoral mediterráneo llegan camiones y camiones de flores. Crisantemos, mocos de pavo, violetas, claveles y nomeolvides son las más preciadas para ser vendidas en Madrid"; de esta forma la voz en off remata su discurso. Ahora solo queda llegar al cementerio. A pie, en coche particular o en transporte público. Los autobuses van a rebosar y la gente hace cola para entrar en ellos.
Alrededor del minuto cinco del cortometraje, la cámara llega a la ciudad de los muertos y, a partir de este momento, emprende un largo paseo que se prolongará hasta el minuto nueve. La entrada en el cementerio de Nuestra Señora de la Almudena coincide con la reanudación de la música, compuesta por Luis de Pablo e interpretada al piano por P. Espinosa, que ya no se interrumpirá hasta el final de la película.
Sobre el minuto nueve, nos damos cuenta que la luz del día comienza a disminuir; al fondo se divisa Madrid. La multitud emprende el camino de vuelta y el cementerio se queda solo. En la explanada, un altavoz anuncia el destino de los muchos autobuses que aguardan. Ahora que el día termina, la gente hace cola para regresar.
El último minuto de la película está dedicado al Madrid festivo y nocturno. Teatros y salas de fiesta anuncian en neón los espectáculos de la noche.
Después de un día dedicado a recordar a los difuntos y regalarles flores, por la noche los vivos se emperifollan y van de fiesta. El último plano del reloj de la Unión Relojera Suiza cierra el día y el cortometraje con las doce campanadas.
La idea original del Día de los muertos incluía, además de la primera parte que pretendía ser un reportaje sobre las costumbres y el comercio que genera la festividad de Todos los Santos, una segunda parte dedicada al cementerio civil.
"Día de los muertos debía contener un documental dentro del documental que era un paseo por el cementerio civil cuya función era ilustrar, a través de personalidades sepultadas, una especie de historia de los heterodoxos españoles de los siglos xix y xx"(Jordà, 1992: 58).
Esta segunda parte también pretendía retratar el paso de la oposición al régimen franquista por el cementerio civil aquel mismo día.
De hecho, se llegó a rodar, pero a la salida del cementerio, Jordà y el operador, JJ. Baena, fueron sorprendidos por la policía, que les obligó a entregar el material registrado. Afortunadamente, antes de desprenderse del mismo, Baena logró abrir la cámara y velar todo lo que habían filmado. En aquella época no existía otro medio para captar imágenes y, por lo tanto, aquel material hubiera sido una buena herramienta de identificación para la policía.
La primera parte también tuvo problemas con la censura y la realidad del cortometraje es la copia que hoy conocemos: "La censura se encargó de cortar [...] algunas escenas que le parecieron de mal gusto para los muertos. Al final quedó como una especie de documental lírico sobre el tema, con un texto muy objetivo hablando de los muertos y los vivos" (Vidal, 1992: 50). Tiempo después de haber sido prohibida, Día de los muertos fue autorizada con categoría de tercera, lo cual significaba que no se podía exhibir.
Fuentes de Información: Cultivadores de Culto (Info y descarga),
Del libro "Joaquín Jordà. La mirada viva" de Laia Manresa, Rebeldemule (info y descarga)
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