La Bestia
Dirección: Pedro Ultreras.
Guión: Pedro Ultreras.
Fotografía en C.: Pedro Ultreras.
Edición: Leo Buono.
Producción: Leo Buono, Hiram González, Saul Gutiérrez, Pedro Ultreras.
País de producción: E.E.U.U., El Salvador, Guatemala, México
Año: 2010
Duración: 77 min.
Por décadas cientos de migrantes
centroamericanos han perdido sus sueños, parte de sus cuerpos y hasta su
vida tratando de cruzar México de manera ilegal, colgados de trenes de
carga conocidos como La Bestia. En México son
discriminados, violados, asaltados, humillados y con frecuencia
golpeados o asesinados. Los migrantes centroamericanos son presa fácil
de las autoridades mexicanas de todos los niveles, el crimen organizado,
pandilleros, maquinistas de trenes y hasta de personas civiles.
Para filmar este documental, Pedro
Ultreras arriesgo su vida al montarse en los trenes de carga y cruzar
México con cientos de migrantes centroamericanos. La Bestia es una desgarradora historia que muestra el sufrimiento más profundo al que un migrante se pueda enfrentar.*1
En 1999 cerró definitivamente la estación de ferrocarriles de
Buenavista. Tiempo atrás se venían cerrando otras estaciones en
distintas partes de la República. Con ello se canceló definitivamente un
logro de principios del siglo XX en México: el transporte ferroviario
de pasajeros. Actualmente sólo quedan algunas rutas de carga (las pocas
dos o tres de pasajeros sólo son turísticas). Cargan mercancías, en
forma de bienes y, desgraciadamente, de personas. Desde la frontera sur,
en Ciudad Hidalgo, colindante con Guatemala, hasta las principales
ciudades de la frontera norte, circula una de las mayores vergüenzas
nacionales. La bestia o El tren de la muerte, devora a
miles de centro y sudamericanos. Viajan sobre los vagones, entre ellos y
expuestos a todo, incluida la peor amenaza: el hombre. Sea en forma de
policía migratoria, de zetas, de asaltantes, violadores,
extorsionadores, secuestradores y demás escoria insensible, estos
criminales, junto con las autoridades ciegas, sordas y corruptas, son
los responsables de que la ruta del sureste del tren de carga sea
descrita por la gente que se atreve a hacerla como uno de los peores
infiernos que la mente pueda imaginar. Las ruedas del tres mutilan o
matan a quien vence el sueño, el cansancio o a quien busca escapar de
un asalto. Los asaltantes también mutilan y matan, pero además vejan,
violan, humillan, secuestra, despojan , asesinan y destruyen ilusiones
que de toda maneras difícilmente se habrían de realizar.
El padre Alejandro Solalinde, una de las principales voces que lleva
años denunciando el maltrato que todos los días sufren cientos de
inmigrantes que cruzan el país, se pregunta cómo es posible que se les
deje subir al tren, en principio de cuentas. Porque hay gente que
supervisa los vagones, los carga y engancha; y hay maquinistas y
vigilancia y gente que no puede no verlos encima de los vagones. Una
posible repuesta, afirma otro sacerdote defensor de los derechos de los
migrantes que cruzan por el país, es el sometimiento de México a las
peticiones del gobierno estadounidense de dejar pasar una cierta
cantidad de gente hacia el norte. Con esto, la mano de obra barata (por
no llamarles esclavos) sigue fluyendo y el mercado de extorsión y abuso
de gente en ambos lados de la frontera se mantiene, beneficiando tanto a
los criminales ejecutores como a los cómplices que despachan desde
cómodas oficinas y cobran un salario que se les paga con dinero público.
Esta degradante y cruda realidad que todos los días pasa apenas a las afueras de la ciudad de México, está documentada en La bestia, de Pedro Ultreras (2010).
Los testimonios de hondureños, nicaragüenses, salvadoreños y
guatemaltecos, hombres y mujeres, no deja espacio para justificar la
cadena de crímenes más inhumanos que pueda infringirse a grupo migrante
alguno en el mundo. Pasan los años y no hay una voluntad seria y firme
de parte de los legisladores y las autoridades policiacas para poner fin
a esta hostilidad. Para cada vez más gente del centro y sur de América,
cruzar por México con rumbo a Estados Unidos es sinónimo de muerte
física y moral. Mientras que migración y la policía trabajan de la mano
con la delincuencia, mujeres de buen corazón en Chiapas, Oaxaca,
Veracruz y otros estados, salen al paso del tren con botellas de agua
atadas y bolsas con alimentos que los migrantes cogen al vuelo.
México, el mayor expulsor de personas del mundo (en algún momento en
años recientes hasta 500 mil al año) por la incapacidad del gobierno de
garantizar salud, trabajo y seguridad, debería ser el último país en
atreverse a exigirles algo a los migrantes de paso. Y menos aún por
tratarse de pueblos histórica y culturalmente más afines que el vecino
del norte. El México que el siglo pasado abrió sus puertas y acogió a
víctimas de abusos, hoy, por sus autoridades ciegas, sordas,
incompetentes , corruptas y pusilánimes, es un aterrador hoyo negro en
el que la gente muere, sufre y desaparece.*2