sábado, 2 de junio de 2018

Chicago Boys

Dirección: Carola Fuentes, Rafael Valdeavellano
Guión: Carola FuentesMontaje: Rafael Valdeavellano
Fotografía: Pablo Valdés, Sebastián Caro
Música: Gabriel E. Pulido
Sonido: Francisco Escobar
Producción Ejecutiva: Carola Fuentes, Rafael Valdeavellano 
Producción General: Herta Mladinic
 Productora: La Ventana Cine
País de producción: Chile
Año: 2015
Duración: 96 min.













En plena Guerra Fría la Universidad de Chicago becó a un grupo de estudiantes chilenos para ir a estudiar economía bajo las enseñanzas de Milton Friedman. 20 años después, en plena dictadura, cambiaron el destino de Chile y lo convirtieron en el bastión del neoliberalismo en el mundo. Ésta es la historia de los Chicago Boys contada por ellos mismos: ¿qué estuvieron dispuestos a hacer con tal de lograr sus objetivos? ¿Cómo nació el modelo que hoy está en jaque? ¿Cómo explican los resultados en el largo plazo?



Chicago boys 
Entre caricatura del horror y conocimiento del presente *1


Chicago Boys es un documental del 2015 que explora las idiosincrasias de algunos de los más destacados economistas educados bajo los postulados e ideologías de Milton Friedman y Arnold Harberger, en la Universidad de Chicago en Estados Unidos durante la década de 1950. Explora también, los quince años que algunos de estos economistas tuvieron para implementar el sistema económico neoliberal en Chile durante la dictadura. Dirigido por Carola Fuentes, reconocida periodista televisiva chilena, y Rafael Valdeavellano, productor televisivo de larga trayectoria. Juntos desarrollan la investigación y el guión. Valdeavellano además es productor y montajista.

Por sus carreras y expertis, este es un documental de un marcado corte periodístico-televisivo, lo que se deja ver en elementos tanto de contenido como de forma. Explico a lo que me refiero.

En relación a sus características formales, éstas adhieren a un modelo televisivo en el cual los recursos audiovisuales son vehículos para la transmisión de información, despojándolos del rol expresivo propio del cine de autor y por ende separándolo de la tendencia autoral que se suele observar en el documental chileno. Aun así, la apropiada investigación acierta al utilizar excelentes imágenes de archivos personales de los chicos de Chicago durante su estadía en EEUU. Las imágenes – registros de 8 milímetros y fotografías- de los paseos y fiestas en la estadía en Chicago son quizás las imágenes más reveladoras de personalidades. Sumadas a estas imágenes están las totalmente impresionantes reuniones de los Chicago boys (a veces con el ex general Merino) una vez retornada la democracia, en donde evaluaban, con éxito y orgullo, su desempeño y afirman que si no fuera por la dictadura no podrían haber implementado el ladrillo. Pero me pregunto, ¿es necesario mostrar previo a cada una de estas intervenciones la ventana iluminada desde afuera? ¿es necesario mostrar imágenes de archivo que apelan a la estructura de una iglesia dentro de la Universidad de Chicago mientras se describe la “creencia casi religiosa en el mercado”? ¿Qué es lo que los directores piensan sobre el público que apelan a lo obvio de esta manera?

Paralelo a esto, podemos ver un estilo televisivo en cómo se presentan los entrevistados. Efectivamente este documental visibiliza personalidades que ya han menguado sus apariciones en la vida pública del país desde su pasado como ministros durante la dictadura. Les da la oportunidad además, de expresar sus opiniones del pasado y del presente, aunque pocos se abren o revelan reflexiones de envergadura. No alcanzamos a entender qué es lo que motiva y motivaba a estos personajes sino sólo escuchamos clichés como que “la política envenena” y que ellos no eran militantes de ningún partido. No aprendemos de sus biografías, de sus orígenes. No logramos entrar a detalles, develar esencias de las personalidades, entender por qué creen en un libre mercado tan extremo que Alessandri los tildó de locos cuando presentaron la primera versión del ladrillo. No tenemos contexto. Si bien se logra describir un par de veces qué es lo que algunos encontraban malo en Chile, como la escasez de confort, pollo, cigarros, ropa linda o la ciudad chata de rucas, se permite a través del montaje caer en la caricatura grotesca del entrevistado, particularmente uno que repite en varios momentos “país de mierda”. Al no haber un trabajo de contexto ni revelarse el lado humano, los juicios que hay sobre los idearios del sistema económico contemporáneo chileno se mantienen, no se desafían ni prueban. Las caricaturas de los economistas más extremos, finalmente salen victoriosas.


Asociado a esto está la utilización de los drones. Las primeras veces nos ayudan a contextualizar, nos impresionan. Muestra el Chile neoliberal de rascacielos de vidrio y sus reflejos. Da magnitud a las marchas. Engrandece al cristo sobre casa central de la Universidad Católica y luego, se toman la película por asalto. Finalmente, desde la altura muestra un Chile económicamente exitoso, de rascacielos y parques. No muestra el Santiago de las consecuencias de la economía aplicada, como poblaciones o congestiones llenas de consumismo en los malls. De hecho, las poblaciones y las ollas comunes aparecen sólo en imagen de archivo al explicar que las consecuencias de implementar un régimen económico tan duro se los lleva la colectividad, pero desaparecen en el presente. Lo visual es el vehículo para comunicar, no un aliado en lo expresivo.

De este modo, la cinematografía, el montaje y cómo se trabajan las entrevistas nos dan y nos quitan al mismo tiempo. Nos presentan una realidad guardada por el manto tradicional en donde no ponemos en duda las herencias de la dictadura, visibiliza ideas y personajes. Pero no lo lleva más allá. Hay cierto simplismo y poca profundidad en algunos pasajes, sobre todo hacia el final, en donde se llega a conclusiones de lugar común. Como cuando le preguntan a los ministros de Pinochet si sabían sobre las violaciones a los derechos humanos cuando la película lleva ya una hora, y todos responden que no sabían. O al explicar por qué deseaban cambiar la economía de Chile, incluso antes de la llegada del socialismo de Allende, o quién pensaba que iba a aplicar la última versión del ladrillo y ellos responden que era un mero ejercicio académico y que no sabían nada del golpe. Al mismo tiempo se dejan sin mayor exploración momentos de gran fuerza histórica y potencialmente documental. Por ejemplo, en esas fiestas de los chilenos estudiando en Chicago vemos que se creó una verdadera conexión; una camaradería o como ellos la describen constantemente, una mafia. ¿Cómo eran? ¿cómo se organizaban? ¿quiénes iban? Nos dicen que aunque pensaban distinto, no hablaban de política. Pero, ¿qué pasó cuando lo hablaban entre copas, cuando estudiaban, cuando se organizaban? Asociado a esto, ¿cuál era el pensamiento económico de la eventual esposa de Arnold Harberger? Ella fue una evidente aglutinadora de los chicos de Chicago y en su vida pareciera haber otro documental completo. O incluso, cuál fue el rol de la Cofradía Náutica del Pacífico Austral que se nombra al pasar. Fuera de parecer que el encargo del nuevo plan económico provino de ahí, ¿hablaban de política, economía y el Golpe?

Finalmente, de capítulo en capítulo dentro del documental, las reflexiones en voz en off también son un poco reminiscentes de reportajes televisivos periodísticos, en donde a ratos pareciera que me dicen que pensar y cómo interpretar lo que estoy viendo. Como guía de esta historia que hasta ahora había tenido poca visibilidad pero un alto impacto, la voz en off nos lleva a lugares que a ratos se sienten forzados. No es una voz que nos ayuda a entender las personalidades y mundos de los chicos de Chicago. Ésta no explica el modelo, no describe alternativas, no habla de economía pero tampoco de las biografías.

Pese a estos comentarios, que son más bien opiniones personales sobre potencialidades desperdiciadas en el trayecto que vivió la obra desde la investigación hasta la pantalla de cine -en vez de a la de televisión (no olvidemos que la película ganó el premio a “mejor dirección” en SANFIC)- esta cinta nos presenta dos momentos de crisis en Chile. La de la escritura e implementación del ladrillo y sus altibajos (¡que ganas de haber visto más sobre la crisis del 82 y cómo reaccionaron los Chicago boys! o incluso sumar algunos números para generar ese contexto, ahora claro, quizás acá también se asumió que el público no podría seguir los números y la actual crisis de confianza en la política y en la economía. En relación a este último punto, el documental mide la crisis actual, así como también lo hacen otros documentales contemporáneos como El vals de los inútiles (Edison Cájas, 2013), Crónica de un comité (José Luis Sepúlveda y Carolna Adriazola, 2014) y Propaganda (Christopher Murray, 2014). De hecho, es la crisis contemporánea la que inspira la investigación y creación del documental. En esta visibilización de crisis a dos tiempos es donde radica el gran acierto de este documental. Abre a fuerza la necesidad de debate, de no olvidar, y comprender.

Este debate se dejó caer con fuerza en el acontecer nacional, con múltiples reportajes e incuso los talleres de verano ‘anti-Chicago’ de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile. Así se prueba que da lo mismo el abuso de la ventana iluminada, o lo obvio de las voz en off sobre las imágenes de archivo que ilustran, o el dron filmando el éxito en vez del fracaso del sistema. Incluso da lo mismo que se mantengan las caricaturas de los personajes en su aparente desconocimiento de lo que creaban y a qué costo se tuvo el poder para implementar su sistema, o aún más entender lo que realmente implica el nivel de neoliberalismo local. Es más, quizás por estas estrategias que el documental logró generar este debate tan necesario.






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