domingo, 27 de abril de 2008

Critica de la separación - Guy Debord (1961)


Titulo original: Critique de la separation.
Dirección y guión (basado en libro propio): GuyDebord.
Año: 1961.
Nacionalidad: Francia
Idioma: Francés con subtítulos en castellano, en inglés, en italiano y en portugués.









Dentro de la agitada cultura francesa de la segunda mitad del siglo pasado, Guy Debord construyó su imagen rebelde y altanera desde una trinchera donde poder disparar con seguridad sobre el sistema establecido. Ladrillo a ladrillo, documental transgresor tras otro, poemas dadaístas acompañados de dibujos incendiarios… su militancia política le hizo ser uno de los partícipes del cacareado mayo sesentayochista, y erigirse como líder en la sombra de aquella izquierda francesa que absorbía todas las manifestaciones culturales para hacer campaña. El cinematógrafo no escapó a las pretensiones de Debord. Su obra se alejó por iniciativa propia de los amplios circuitos, para acabar hoy día, más de diez años después de su suicidio, en museos o hemerotecas apolilladas.

En 1957 realizó Crítica de la separación, película de escasa duración que se distancia del documental clásico y pretende ser una reflexión sobre el propio medio, su valor y ubicuidad en el contexto en que está realizado. La película se presenta como un doble relato: el que ofrece la imagen por un lado y la voz en off por otro. Dos orillas alejadas que encuentran el nexo de unión en momentos puntuales: puede ser el rostro de la enigmática mujer, que interpela a la cámara para interrumpir el discurso que oímos, o bien las últimas imágenes que París nos muestra y que la voz en off se empeña en destruir, advirtiéndonos que no tienen porqué ser las últimas escenas de la película, aunque a continuación llegue el fundido negro. Las convenciones quedan a un lado: el relato clásico aristotélico al que estamos acostumbrados está siendo destruido.

No hay linealidad narrativa: las imágenes (algunas de archivo) son aleatorias, al azar de lo que París expulsa, la voz fluye sobre ellas, desmontando su orden y veracidad, a veces subrayándolas, otras obviándolas, marginándolas… El término cine-ensayo que André Bazin acuñó pensando en el cine reflexivo de Chris Marker casaría perfectamente con esta propuesta. Y Debord se siente cómodo en este juego de descontextualización de imagen y audio que el cine permite, al igual que le ocurre al citado Marker o al Godard más ensayístico. Sólo parece incomodarle el bello rostro de la chica, que mira a la cámara quizás para perturbar al narrador.

La separación a la que alude le sirve para posicionarse lejos de la sociedad del espectáculo, perteneciente a los maniqueos gobernantes, y formular un discurso que le sitúa como una rara avis alejada del juego mediático. 

Pero además, esta separación podríamos asociarla a este doble relato auditivo-visual. La voz desmiente a la imagen, y viceversa. Y a la vez, es su necesario acompañante.  Una última advertencia. Esta profunda quiebra que esboza, a tantos niveles y sin cortapisas, puede quedar como un juego de niños ante el feroz ejercicio de dadaísmo que es Hurlements en faveur de Sade (1952). Siéntense ante esta película, véanla, y no piensen que les está fallando el reproductor.*1

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Fue en la sinopsis de su filme Crítica de la separación (1961)[1] donde Debord aportó la mayor precisión sobre esta cuestión del centro y sobre el uso que podía hacerse: «La única aventura, decimos, es contestar la totalidad, cuyo centro es esta forma de vivir, donde podemos hacer el ensayo pero no el empleo de nuestra fuerza».
 
Si se acepta que totalidad y mundo juegan, en la sociología situacionista, el mismo papel de valores dialécticos y pueden a veces ser sinónimos, se debe también aceptar que Debord hubiera podido escribir. La única aventura es contestar el mundo cuyo centro es esta manera de vivir...
 
La rama materna de mi familia es originaria de Chambon dans le Bery, a pocos quilómetros de Bruère Allichamp, considerado habitualmente como el centro geográfico de Francia. Con toda modestia pienso, pues, estar calificado por lo que respecta a las cuestiones de centro. Me permito pues avanzar los postulados siguientes, propios para prolongar el pensamiento del joven Debord

1) El centro del mundo no es sólo la manera como vivimos, es también la manera como nos vemos obligados a vivir. 

2) El centro del mundo no es sólo la manera como vivimos y la manera como nos vemos obligados a vivir, es también, sobre todo, la manera como aceptamos vivir. 

3) Por lo tanto, la disolución del centro del mundo sólo puede comprenderse como rechazo de la manera como vivimos y aceptarnos vivir. 

Me gusta esta hipótesis, sobreentiende que el centro del mundo no nos es del todo extranjero. Para disolverlo bastaría que cambiáramos nuestra manera de vivir. Puede decirse que el centro del mundo es la expresión de nuestra misión y que cualquier acción que podemos ejercer sobre nosotros es una acción contra el mundo y su centro. La lucha contra el centro no se plantea en términos de lucha de clases, como si el centro nos fuera extranjero, sino en términos de compromiso personal, en términos de desobediencia. 

A pesar de las apariencias, el mundo del que pensamos estar en la periferia no nos es de ninguna manera exterior, nos atraviesa. El cambio del mundo que puede parecer lejano, mismo improbable, está ya, en cierta manera, en nosotros, en nuestra capacidad potencial de disolver las maneras de vivir que nos desagradan. 

Debord, que alcanzaba entonces su máximo rendimiento intelectual, escribía en la misma sinopsis, con la bella simplicidad de las cosas bien concebidas (enseguida se perderá en un estilo paródico propio de cualquier decadencia intelectual): «Cualquier equilibrio existente es puesto en cuestión cada vez que hombres desconocidos intentan vivir de otra manera».*2




Fuentes de información:
*1Artículo de Aurelio Medina Berlin 63 Berlin63  Cine más allá de las fronteras de la distribución, *2 Extracto de "Guy Debord y el "centro del mundo" de Yves Le Manach, extraído de Archivo Situacionista.



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