martes, 3 de febrero de 2009

Un lugar en el cine


Dirección y guión: Alberto Morais.
País: España.
Año: 2008.
Duración: 105 min.
Intervención: Víctor Erice, Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Ninetto Davoli, Nico Naldini.
Producción ejecutiva: Alberto Morais, José María Lara y Miguel Ángel Jiménez.
Fotografía: Luis Sáinz.
Montaje: Julia Juániz y Sergi Dies.
Estreno en España: 16 Mayo 2008.











“Un lugar en el cine” trata de la resistencia cinematográfica entendida a través del compromiso y el diálogo con la Historia, y está vertebrada a partir de tres cineastas. Un cineasta griego, Theo Angelopoulos, emprende un viaje desde Atenas hasta Ostia, la playa romana donde Pier Paolo Pasolini fue asesinado. Lejos de allí, en una estación de tren en España, el cineasta español Víctor Erice se acerca en la distancia a través de una entrevista. Ya en Italia nos aproximamos a Tonino Guerra, Ninetto Davoli y Nico Naldini. Ellos cerrarán, a modo de voz desaparecida de Pasolini, el triángulo histórico y cinematográfico que componen nuestros tres cineastas.

No estamos ante una película cualquiera, y no sólo porque se trate de un documental con entrevistas e imágenes de archivo, sino por su carácter de estudio y reflexión acerca de la propia naturaleza del cine y de su dimensión social. Por lo tanto, “Un lugar en el cine” precisará de un espectador concreto, interesado en esos aspectos y en escuchar a algunos de los hombres más prestigiosos y cualificados del arte cinematográfico, que lo entienden –como el director, Alberto Morais– como un acto de resistencia, como una manera de plantarle cara y enfrentarse a la realidad. Tal contenido y forma echarán para atrás a quien sólo pretenda entretenerse en la sala de cine, pero no a quien quiera aprender a ver cine de verdad, a descubrir cómo las imágenes de los cineastas auténticos deben nutrirse de la vida y responder a experiencias personales, emocionales y creativas.

En “Un lugar en el cine”, Alberto Morais rinde homenaje a tres cineastas y poetas que se han acercado a la realidad con respeto y espíritu de diálogo. Son Theo Angelopoulos, Víctor Erice y Pier Paolo Pasolini –éste a través de testimonios de quienes le conocieron: Tonino Guerra, Ninetto Davoli y Nico Naldini–. Sus palabras sobre lo que debe ser el cine que conecta con la realidad, a partir de la experiencia del neorrealismo italiano y de “Roma, città aperta”, se convierten en requisito para que las imágenes puedan ser consideradas como realmente auténticas. Los tres cineastas también demuestran tener en común la necesidad de que haya una mirada ética al universo del hombre, única manera para sintonizar con el espectador y ayudarle a descubrirse en un mundo cambiante.

Tanto Erice como Angelopoulos adoptan una postura distante respecto a la industria y la taquilla, cuestionan un cine que explota lo más superficial del individuo y que adopta las formas del audiovisual, y lamentan también la pérdida de un sentido de la interioridad así como la falta de una mirada contemplativa y poética. Independientes y libres en sus trabajos, sinceros y respetuosos en sus propuestas, nostálgicos y pesimistas respecto al futuro del cine, llegan a hablar de la muerte del cine, de su sustitución por sucedáneos de consumo y distracción. Por eso, Erice diferencia entre “cine” y “productos de entretenimiento o de publicidad”, y defiende la esencia del cine como una experiencia interior de quien traslada vivencias personales a la pantalla y de quien entra en una sala de cine en busca de ellas. De ese encuentro entre director y espectador surgirá, según él, una identificación, una participación emocional de sentimientos y de inteligencia,… algo que se repetirá de manera distinta cada vez que vea esa misma película. Por su parte, el director griego habla de dos tipos de miradas del director hacia el espectador: la de quien trata al espectador como cómplice buscando en el fondo sólo la taquilla, y la de quien pone al espectador frente a la realidad y aspira a trasmitirle la belleza que contempla.

Si las ideas contenidas en el documental son interesantísimas y de gran hondura, no desmerece nada la manera de trasmitirlas del joven Morais. Se adivina su sensibilidad y su admiración por los cineastas, su identificación con las tesis expuestas, y también el respeto y devoción que impregnan unas imágenes tratadas con primor, con encadenamientos y ritmos en los que parece congelar el tiempo para trasmitir sus propias experiencias y emociones, dejando un espacio para la contemplación y la reflexión sosegada. Sin duda, Morais ha hecho suyo ese espíritu de resistencia del neorrealismo, esa defensa firme del carácter del cine auténtico y su diálogo con la realidad y el espectador. Demuestra una madurez estilística y conceptual sorprendentes, una mirada profundamente humana y personal, y logra un trabajo que colmará las expectativas de los cinéfilos más exigentes e introducirá a los neófitos en aspectos del cine que nunca se habrán planteado.

Fuentes de Información: La Butaca, La Mirada de Ulises





P.D.:
Todo un orgullo presentaros este documental, conocimos a Alberto hace casi un año y nos hablo de su documental aun no estrenado, esperamos que en breve aparezca en formato DVD y poder informaros de ello.

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