Origen: EEUU.
Año: 1995.
Dirección y producción: Rob Epstein y Jeffrey Friedman.
Guionistas: Robert Epstein, Jeffrey Friedman y Sharon Word.
Fotografía: Nancy Schreiber.
Música: Carter Burwell.
Intérpretes: Tony Curtis, Susan Sarandon, Whoopi Golberg, Shirley Maclaine, Tom Hanks.
Formato: Color y B/N.
Duración: 101 minutos.
Narrado por Lili Tomlin, el filme rastrea minuciosamente la representación cinematográfica de la homosexualidad por parte de la industria de Hollywood. Tras unas primeras imágenes -entre las que destaca un fragmento de un Edison Experimental Film (1895) en el que se ve a dos hombre bailando agarrados con total naturalidad- la voz del narrador pone en evidencia cómo en más de cien años de cine la homosexualidad se ha retratado muy raras veces y cuando lo ha hecho ha sido para hacer reír, para dar pena o, incluso, miedo. Aunque fugaces, eran imágenes imborrables que dejaron un legado duradero. Esa gran fábrica de mitos que fue Hollywood "enseñó a los heteros qué pensar de los gays, y a los gays qué pensar de sí mismos". Testimonios como los del actor Tony Curtis ("las películas son parte de mi vida. En ella aprendemos la vida") o del escritor Armistead Maupin ("son nuestra narrativa, son el tejido de nuestras vidas") aún hacen más evidente el drama de la invisibilidad de la homosexualidad para aquellos que no pueden reconocerse de ningún modo en la pantalla, ya que esa realidad ha sido, cuanto menos, ocultada. Eso explica la ansiedad de verse reflejados, como sostiene el realizador Jan Oxemberg, hasta el punto de buscar un transfondo homosexual en cualquier escena, lo que lleva a situaciones de puro rubor. En el cine, finalmente, aprendemos qué es un hombre y una mujer, qué es la sexualidad. El cine nos proporciona "una especie de historia de lo que piensa de nosotros la sociedad".
En la época del cine mudo la homosexualidad fue un recurso humorístico infalible. Películas como A Florida Enchantment (1914), Algie, the Miner (1912) o The Soilers abundan en la imagen divertida y cómica de los homosexuales, tanto hombres como mujeres, para provocar la sonrisa del espectador. La utilización de pistolas (que pierden o por las que pelean) empieza ya a adquirir un sentido fálico del que no se va a desprender. La conversación entre Montgomery Clift y John Ireland en Río Rojo (Red River 1948) además de divertida, es muy sugerente al recrearse en el sentido sexual del revolver ("Sólo hay dos cosas más bonitas que un arma: un reloj suizo y una mujer". La réplica a este aserto no deja lugar a dudas respecto de las preferencias de los rudos cowboys: "¿Has tenido un reloj suizo?").
Fuentes de información: Artículo completo en: Hollywood sale del armario: Homosexualidad y represión en el cine norteamericano
Ver en Youtube en V.O.S.E.
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