Dirección: Werner Herzog
Guión: Werner Herzog
Música: Blind Faith, The Third Ear Band
Fotografía: Jörg Schmidt-Reitwei
Reparto: Eugen Des Montagnes, James William Gledhill, Wolfgang von Ungern-Sternberg
País de producción: R.F. de Alemania
Año: 1971
Duración: 74 min
Espejismos del creador solitario *2
Por Anna Petrus
Estaremos de acuerdo en que Werner Herzog es un caso aislado, un verdadero outsider, un
cineasta con una trayectoria personalísima que no admite categoría
alguna. Aunque en la década de los sesenta fue considerado por la
crítica como uno de los cineastas fundamentales del llamado Nuevo Cine
Alemán (junto a Wim Wenders, Rainer Werner Fassbinder o Volker
Schlöndorff), con el paso de los años y el discurrir de sus obras,
Herzog ha conseguido erigirse como una gran isla, como un creador
extremadamente singular y con una sorprendente capacidad para entrelazar
un poderoso imaginario ficticio con una experiencia más factual del
mundo que a menudo ha concretado a través de sus viajes, a la manera
como lo entendió el primer cineasta aventurero, Robert J. Flaherty.
Fata Morgana es el tercer largometraje del cineasta alemán y
una película extremadamente compleja donde dibuja a la perfección esa
dicotomía interna que caracterizará todo su cine, hasta Grizzly Man (2005) y Encuentros en el fin del mundo (Encounters at the end of the World, 2007) pasando por Fitzcarraldo (1982) y Aguirre, la cólera de Dios (Aguirre, der Zorn Gottes, 1972).
Una escisión que sitúa su cine en un lugar impreciso, un espacio donde
se derriba cualquier atisbo de objetividad y donde, por supuesto, se
vienen abajo todas las verdades socialmente aceptadas. El cine de Herzog
es, sin duda, el cine del extrañamiento, donde lo más absurdo parece
tener sentido mientras que lo más razonable parece no tener cabida.
Donde lo imaginado es quizás lo verdadero mientras que lo que puede
tocarse parece desvanecerse constantemente. De ahí que el título de la
película que nos ocupa sea tan elocuente y preciso. Fata Morgana
significa espejismo o efecto óptico que, debido a cambios térmicos
extremos, permite ver a una ciudad o a un paisaje situado a miles de
kilómetros como si fuera una ciudad fantasma, un paisaje construido
sobre la niebla. Un imagen intangible, ¿real o imaginada?
Es quizás porque Herzog se crió aislado en las montañas de Baviera, y
que solamente estuvo en contacto con la naturaleza, que a través del
cine ha sabido plasmar el desarrollo extraordinario de su imaginación y,
al mismo tiempo, el deseo de conocer nuevos territorios. Fata Morgana
fue rodada en el Sáhara, aunque de hecho, sus películas le han llevado
por todo el mundo: Nicaragua, Perú, la Antártida, y un largo etcétera, y
se trata de una película que muestra una sensibilidad especial por
saber situarse en el lugar del “otro”. Huyendo del miedo occidental
hacia lo desconocido, Herzog acaba por erigir un cuento con el que
critica el colonialismo como forma de destrucción y muerte de formas de
vida ajenas, singulares y de indudable valor.
Dividida en tres partes, tituladas “La creación”, “El paraíso”, y “Tiempos Dorados”, Fata Morgana
combina imágenes subyugantes de una naturaleza árida donde predomina el
sentido de lo estético —muchas de ellas son espejismos que Herzog
consiguió capturar con su cámara—, con una narración en voz en off que
desgrana una (imaginaria) historia mítica del lugar, no exenta de
referencias explícitas al Antiguo Testamento. Así las cosas, mientras en
la primera parte se narra el principio de la creación de ese mundo
imaginario, en la segunda parte se cuenta la llegada del hombre y sus
misterios inexplicables, sus deseos de dominación y sus instintos de
destrucción. La última parte, muestra la victoria de las formas de vida
de los colonos y la desaparición de lo que caracterizaba el paraíso.
Existe, en definitiva, un discurso que es claramente partidario de los
sometidos, como en toda la filmografía de Herzog (repleta de personajes
que son grandes perdedores, locos con propósitos inalcanzables, minorías
con deseos imposibles). Así lo expresa la voz en off al decir: “En el
paraíso, los hombres ya llegan muertos al mundo”. De hecho, la primera
imagen del film ya contiene esa desolación: Herzog repite hasta siete
veces seguidas el plano de un avión aterrizando en el aeropuerto. Una
vívida composición del sentimiento de invasión que necesariamente
recorre todo el film puesto que la imagen no se constriñe a lo que en
ella se ve si no que va más allá sirviendo a un propósito mayor. Un
propósito que, sin duda, no se encuentra en otro lugar que en la
imaginación del cineasta.
Fuentes de información: *1 Filmaffinity, *2 Artículo publicado en Miradas de Cine, IMDB.
Descargas en: Filmoteca HankMenBlues, PirateBay.
Ver en Youtube en V.O., con posibilidad de subtítulos en Castellano e Inglés.
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